El equilibrio imposible

05.11.2023 |Redacción | Opinión

Por: Alejandro de Bernardo

adebernar@yahoo.es

En la fotografía que acabo de ver en una red social aparece un crío, de entre 3 y 4 años. Adorable. Precioso. Riquísimo. Como ese que está usted imaginando. En el pie de foto puede leerse: “Haced saber a todo el mundo que hemos enterrado el cuerpo de mi primo, el niño mártir llamado (…), sin cabeza. Su cabeza sigue bajo los escombros”.

En mi incursión en la desesperanza, otra escena de impacto. Una publicación del Ministerio de Educación de Gaza: “Urgente. Oficialmente, el año académico 2023/2024 ha concluido. Todos los estudiantes han sido asesinados.”

Israel se defiende bajo la excusa de atacar a Hamas. Pregunto: ¿Atacar a Hamás es bombardear escuelas, hospitales, hogares, ambulancias…? ¿De verdad es eso? Han bombardeado todo, excepto a Hamas. Miles de personas inocentes han perdido la vida, y creo de gran importancia recordar que un alto porcentaje de la población de Gaza son niños. ¿Se puede tolerar esto? ¿Hacemos algo para pararlo?

Ningún acto terrorista es justificable y debe ser perseguido, pero buscando a sus autores, no al pueblo con el que intencionadamente se les identifica. Por ser claro: Hamas no es Gaza. No es Palestina. Ni ISIS las comunidades islámicas. Como tampoco lo fueron ETA y el pueblo vasco; Terra Lliure y el pueblo catalán o el MPAIAC y el pueblo canario. Me cuesta creer también que el pueblo israelí se identifique completamente con lo que hacen sus gobernantes. No me lo creo.

Para que todo el mundo lo entienda: es como si tras cada atentado de ETA, el estado español hubiera bombardeado al pueblo vasco. ¿Cómo lo verían? Si en cada acto terrorista perseguimos sólo al causante o ideólogo de esa forma brutal de imponerse, ahí realmente actuaremos en justicia, pero cuando lo hacemos eliminando una población completa, somos tan terroristas o más que ellos. El fin no puede justificar los medios.

¿Se han dado cuenta que estos últimos treinta días, el argot bélico invade las informaciones y hasta nuestras conversaciones con total naturalidad? Incursiones aéreas y terrestres, bombas inteligentes, fuego amigo, daños colaterales, blancos, ataque preventivo… ¡Cómo se pervierte la palabra para usarla precisamente en contra de su principal uso!

Tiempo atrás los judíos llegaban a Palestina, huyendo del Holocausto y el horror vivido en Europa. Llegaban en barcos con una gran pancarta donde se podía leer: “Los alemanes acabaron con nuestras familias, por favor, no acaben ustedes con nuestras esperanzas”. Quién les diría a todas esas víctimas de la Alemania nazi que en un futuro próximo ellos mismos serían el reflejo de la gente que los encerró en campos de concentración. Que les robó la vida.

En 1948 ocurrió la Nakba, palabra árabe que puede traducirse como catástrofe. Tierras robadas, hogares robados, cientos de miles de palestinos obligados a partir al extranjero en calidad de refugiados, otros tantos asesinados. Nacía Israel.

El profesor de Relaciones Internacionales de periodismo nos lo decía: “si has entendido el problema de Oriente Próximo, es que no te lo han explicado bien”. La complejidad siempre es larga y oscura, un laberinto largo y sombrío. Oriente Próximo es un universo inestable y frágil, con decenas de iglesias -judías, musulmanas e, incluso, cristianas-, etnias, familias, idiomas y matices, víctimas y verdugos, que han sido también verdugos y después víctimas, que conviven en un pequeño trozo de tierra desde hace demasiado tiempo. Son décadas, de una historia eterna entrecruzada, enfrentada, endemoniada, una historia llena de nudos, sangre y muerte. Me temo que el equilibrio es imposible en esta tormenta perfecta.

Feliz domingo.

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