09.09.2023 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Hoy salí de la jungla de cristal. Es decir, del Hospital Universitario de Canarias, donde me dieron el alta para regresar nuevamente a mi casa. Ni que decir tiene, que a lo largo de todos estos días que estuve ingresado en el Hospital Universitario de Canarias muchas fueron las llamadas que recibí de amigos/as y algunos familiares. Es por ello, que les doy encarecidamente las gracias a todos ellos por dedicarme unos minutos de su tiempo.
El veneno del azúcar tuvo la culpa de que volviera otra vez a ingresar en la planta 10 de oncología, pero tengo que agradecer infinitamente la colaboración de mi amiga Candela Marrero Pérez, persona que insistió de que debería ir al Hospital, pues en lo que respecta a mi no tuve ninguna voluntad de salir de mi casa y de levantarme de la cama. El azúcar, enfermedad invisible y asesina, ya estaba haciendo estrago dentro de mi cuerpo; subiendo de manera bestial y preocupante a 800, motivo por lo que mi amiga Candelaria Merrero me llevó en su coche. Sin duda, por mi parte, tengo que reconocer que me invadieron la preocupación y el miedo. Lo importante de todo ello, es que no he estado solo, especialmente en los momentos más puntuales y delicados de mi vida. Tanto Candelaria Marrero Pérez como mi hermana Mary ahí han estado codo a codo para que yo no me sintiera solo. También es verdad, y es justo de reconocer, que he tenido un amigo muy especial en todo este proceso patológico. Esa persona y amigo se llama Elías Martín, un eructo de la vida y un fiel servidor de la Administración Pública, pero también en política y en el organigrama del sindicalismo, especialmente en CSIF Canarias, donde supo darle una marca en todos los sectores y registros sindicales de la sociedad canaria. Por lo tanto, esto no ha hecho más que comenzar; pero ahora hay que seguir con la mirada al frente y conservar aptitudes positivas para estar preparado en las próxima secciones de inmunoterapia. Hay muchos proyectos que tengo en mi cabeza por realizar, objetivos que conseguir y no puedo defraudarme a mi mismo ante una enfermedad que es difícil, pero que se puede vencer teniendo la mente preparada de forma positiva. Muchas son las cosas que he visto en el hospital, sobre todo en la planta de oncología, observando que hay dos mundos totalmente diferentes. El de fuera y el de dentro. Eso me lleva a la conclusión que hay que vivir cada momento de tu vida, cada espacio que sirva como lugar de tu propio templo sagrado. Las grandes personas no se ven todos los días; reconociendo que hay muchos amigos y familiares, pero luego están los denominados amigos y familias especiales. Y esos amigos especiales los tengo yo.