18.02.2025 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
Cada vez me convenzo más que escribir no es tarea fácil. Muchos han sido los momentos que he comenzado un artículo y lo he tenido que borrar; pues no he podido encontrar en esos momentos la inspiración deseada para encontrar el comienzo de un artículo que este asociado con un tema de actualidad. Muchos han sido los años que llevo escribiendo y todavía sigo siendo un aprendiz de la escritura. Los años van pasando y mi vida con ellos, busco a través de la escritura sentirme útil en una sociedad necesitada de cultura y de mentes pensantes que sean capaces de crear alternativas para enriquecer mucho más el poder de la escritura.
No descubro nada nuevo, cuando escribo la importancia que tiene la escritura. Sobre todo en las sociedades avanzadas, pues al igual que la escritura, saber leer es importante. De la misma manera, la escritura si no se utiliza bien puede ser nefasta, sobre todo en aquellas personas que solo les avalan sus ignorancias y analfabetismos. La escritura, al igual que el agua, tiene memoria, donde cada línea y cada letra emiten un mensaje, una forma de hablar a través de la inspiración del escritor.
Así mismo, indagando en las redes sociales, descubro que la escritura es una herramienta muy poderosa que permite exteriorizar la imaginación, ese mundo paralelo que todos tenemos adentro, así como expresar y compartir ideas y emociones. Del mismo modo, la escritura sirve como terapia para curarnos de múltiples problemas de nuestras vidas. Para mí, la escritura ha sido mi verdadera amiga, pues en estos últimos años de mi vida, mi ´abrigo´ y mi ´manta´ han sido la escritura, convirtiéndose en mi refugio y dándome la oportunidad para escribir durante el día y la noche.
Por lo tanto, la escritura me da vida e inspiración para seguir escribiendo, con el deseo de manifestar algo que está sucediendo en el mundo. De la misma manera, a través del poder literario también se puede conseguir mensajes de paz en el planeta tierra. Así pues, yo seguiré aferrándome al poder de la escritura; tratándola con cariño y respeto.