Quién cambia el mundo: ¿la naturaleza o el ser humano?

30.03.2024 | Redacción | Opinión

Por: Rafael J. Lutzardo Hernández

Son las 3:36 horas de la madrugada, no tengo sueño. La mente no para de pensar sobre un mundo actual cada vez más violentos, más inhumanizado, materialista, capitalista y consumista. Una economía priorizada internacionalmente en la fabricación de armas bélicas. Este no es el mundo que yo quería para las futuras generaciones. Europa se prepara militarmente para una posible sacudida bélica de Rusia. Se plantea el servicio militar obligatorio. ¿Qué es lo que está sucediendo actualmente en el mundo en este comienzo de siglo XXI? ¿Quién cambia la vida en el planeta tierra? ¿La naturaleza o el ser humano? Sinceramente, creo que la ambición del hombre y su rol predador feroz y violento, tiene gran parte de los cambios de este planeta tierra. De la misma manera, las leyes de la naturaleza también influyen en estas transformaciones biológicas, especialmente porque se ven alteradas por la mano del ser humano.

Sin duda, estamos viviendo unos momentos muy complejos y delicados. El mundo ya no es el mismo de antaño y lo que denominamos como evolución se está  volviendo en contra nuestra. Creo que ya somos muchos millones de personas para un planeta demasiado intoxicado, contaminado y contagiado por la maldad del ser humano. Por si fuera poco, no sabemos con exactitud lo que está por venir. Es decir, me refiero a las pandemias malditas generadas en algunas ocasiones por las leyes de la naturaleza y otras por las fábricas o laboratorios humanos. Hablamos o presumimos de evolución, pero siendo sincero y objetivo, me remonto al túnel de mi infancia, la cual estuvo referenciada por las carencias de muchas cosas, pero fui feliz, ya que se conservaban muchos valores que en la actualidad no existen.

De la misma manera, la ignorancia de mi juventud, al igual que la de muchos millones de personas, fue un fiel aliado de mi vida, ya que desconocía lo que era Internet, la informática, teléfonos móviles, televisión  y la inteligencia arti8ficial. Fui feliz bailando un trompo, jugando a los boliches, a la monta la chica, una pelota de trapo y papeles atada con un cordón. Fui feliz cuando bajaba al Barranco de Santos, donde conocí a muchas familias buenas. Fu9 feliz viendo aquellos charcos de aguas que parecían manantiales, rodeados de berros salvajes. Fui feliz cuando cogía anguilas, ranas y peces de colores en aquellos charcos naturales que tenía el Barranco de Santos. Así, y durante muchos años de mi infancia, pude ver bajar muchísima agua de aquél y ya desaparecido barranco.

De la misma manera, fui feliz en la calle donde nací. Es decir, en la calle San Sebastián, muy cerca del Estadio Heliodoro Rodríguez López. Tuvimos la suerte de tener unos vecinos maravillosos de todos los rangos sociales. Familias humildes y solidarias. Fui feliz con una lata de sardina dentro de un pan.  En otras ocasiones, de chorizo de perro.  Fui feliz con aquellas lonas de tela y goma que se vendía en el bazar de Claudio por fuera del Mercado de Nuestra Señora de África. Fui feliz cuando veía a la gente caminar por las calles de Santa Cruz y te daban los buenos días. En definitiva, fui feliz por tener una familia y ver como cada uno de mis hermanos/as se fuer09n abriendo9 pasos en la vida.

Así pues, ese fue mi mundo, esa generación anterior a la mía, las de mis abuelos, denominada como generación de hierro, pero que tuvimos la suerte de vivir con ellos y aprender muchas cosas de la vida. Ese fue mí mundo, mi vida y mi felicidad. El actual, me refiero a este comienzo de siglo XXI, con todos sus adelantos y comodidades, no lo quiero, pero no me queda más remedio que adaptarme y seguir viviendo en un mundo totalmente desigual y violento, donde los valores humanos se han perdido, prevaleciendo lo material. No quiero ser pesimista, pero auguro un futuro muy complejo y delicado en el mundo actual. Ojala que me equivoque y que la generación actual y la venidera, puedan tener un presente y un futuro con calidad de vida, especialmente que impere la paz en el mundo, y, que ellos, esos jóvenes, no sean militares de cualquier conflicto bélico mundial.  

Rafael J. Lutzardo Hernández

Rafael J. Lutzardo Hernández

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