Recordando lo que fue el Barranco de Santos

06.12.2025 | Redacción | Opinión

Por: Rafael J. Lutzardo Hernández

Antes de recordar mis vivencias y experiencias de mi infancia en el viejo Santa Cruz, quiero destacar la importancia histórica que tuvo el Barranco de Santos. Cuenta la historia que el Barranco de Santos lleva su nombre en honor a Diego Santos, un amigo del conquistador Alonso Fernández de Lugo. Su historia incluye la presencia de guanches que habitaban sus cuevas antes de la conquista, y ha sido fundamental en la historia de la ciudad como colector de aguas que causó inundaciones, lo que motivó construcciones para controlarlas a lo largo del tiempo.

Dicho esto, con el paso de los años me viene a la memoria viejos recuerdos de mi infancia, especialmente de aquél viejo Santa Cruz,  donde solía visitar algunas familias que vivían en las cuevas del Barranco de Santos. De la misma manera, recuerdo aquella calle San Sebastián, donde nací y crecí entre unos maravillosos vecinos. Así mismo, la curiosidad me llevaba bajar al Barranco de Santos; el cual se engalanada de preciosos charcos de agua, siendo aprovechados para lavar las ropas por las familias que vivían en las citadas cuevas. Un Barranco lleno de vida, el cual estaba todo el año activo, con su cascada de agua, alimentando varias  fincas de plataneras que lindaban por sus dos lados. De la misma manera, en muchos de sus charcos, abundaban anguilas, sapos,  ranas y peces de múltiples colores. También, por sus orillas abundaban preciosos ramilletes de berros salvajes.

Muchas fueran las tardes y años que estuve viendo a muchas mujeres cruzar por debajo del puente Galcerán para recoger agua potable; regresando nuevamente con lastas llenas de agua. Una en la cabeza y dos en ambas manos. Un largo trayecto que motivaba un gran esfuerzo para buscar el agua potable.

Sinceramente, me encantaba bajar al señalado barranco capitalino para hablar con algunas familias que vivían en las arregladas cuevas. Lala, Gregoria, Alfredo, Angelito, Paqui, etc., fueron una familia maravillosa. También recuerdo ver animales de compañía y animales para el consumo. Gallinas, gallos, patos, conejos y cochinos. Recuerdos nostálgicos que invaden mi mente de una generación que ya vamos quedando pocos. La calle San Sebastián fue en mi infancia un lugar lleno de valores humanos. La solidaridad, empatia y respeto predominaba en la vecindad. Éramos felices con lo que teníamos.

Más tarde, vino el desarrollo de la tecnología, lo que supuso con el paso del tiempo, convertirnos en verdaderos predadores de nuestro propio entorno y la pérdida de los valores. Siendo sincero, me quedo con aquella época tan bonita y romántica.

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