Tercer Mundo; más pobreza y miserias

27.03.2021 | Redacción | Opinión

Por: Rafael J. Lutzardo Hernández

La vida de la humanidad en el mundo actual del siglo XXI sigue su curso pese a la gran y grave pandemia provocada por la Covid-19. Ni que decir tiene, que este maldito virus sigue haciendo estrago en todos los rincones del planeta tierra, pero también es verdad que muchos países, en concreto los que pertenecen a Europa, pueden vivir mucho mejor que los países del Tercer Mundo. Sobre todo. Porque gozan de una mejor sanidad.

Escribe Gilbert Achcar, que con la pandemia de la Covid-19, el planeta está sufriendo la peor crisis económica desde el periodo de entreguerras. Desempleo, inseguridad alimentaria, abandono escolar… los efectos del «gran encierro» se hacen sentir en todas partes, pero es en los países pobres donde sus repercusiones afectan con más dureza. Con una estructura laboral en la que predomina el sector informal, muchos trabajadores carecen de protección social alguna.

Como es costumbre, el Tercer Mundo es el que más sufre los embates de la actual crisis económica, denominada “Gran Confinamiento” por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe semestral de abril de 2020?(2), una crisis que ya es la más seria desde la Gran Depresión del periodo de entreguerras. El Tercer Mundo es el tercer estado mundial del que solo unos pocos países de Asia oriental han logrado salir desde que el economista Alfred Sauvy acuñó el término en 1952. Lo definiremos aquí como el conjunto de países de ingresos bajos, añadiéndoles los países de ingresos intermedios (franja inferior y superior), según la clasificación del Banco Mundial, exceptuando a China y a Rusia, que, aunque son países de ingresos medios superiores, sí son potencias mundiales.

Dos dependencias de la ONU alertaron del costo de la pandemia en términos económicos con proyecciones que cifran el número de personas en condiciones de pobreza extrema en mil millones para 2030, además de prever la pérdida de muchos de los avances en educación y nutrición. Los esfuerzos para reconstruir las economías más pobres del mundo después de la crisis del coronavirus deben centrarse en mejorar sus programas sociales y sus capacidades productivas.

Unos 207 millones de personas se sumarían a las filas de la población que vive por debajo de la línea de pobreza como consecuencia de la crisis económica resultada de la pandemia de COVID-19, para elevar así a mil millones la cantidad de gente que estaría en esa situación en 2030, según cálculos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Diez años de secuelas

Sendos informes estiman que sólo en 2020, las personas que viven con menos de 1,9 dólares al día aumentarían en 32 millones, lo que incrementaría la tasa de pobreza del 32,5% al 35,7%.

La proyección más pesimista dice que el 80% de la crisis económica inducida por el COVID-19 persistiría diez años debido a la pérdida de la productividad, evitando el regreso al curso de desarrollo visto antes de la pandemia.

La UNCTAD recuerda que la pandemia ha afectado especialmente a los países menos desarrollados porque son las economías más vulnerables del mundo y la de menos nivel de resiliencia.

Los datos de la ONU indican los 47 países menos desarrollados representan menos del 1,3% del PIB mundial pese a ser hogar de 1060 millones de personas. En 2019, el PIB per cápita promedio en esas naciones fue de apenas 1088 dólares en comparación con un promedio mundial de 11.371 dólares.

De acuerdo con la UNCTAD, en 2020 esos países tuvieron su peor desempeño económico en 30 años con una baja estrepitosa en sus ingresos, pérdida generalizada de empleos y déficits fiscales cada vez mayores, lo que revertirá años de progreso en la reducción de la pobreza, la nutrición y la educación.

Escenario evitable:

No obstante este impacto, el PNUD considera que si se hiciera una serie de inversiones abocadas al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el peor escenario podría evitarse y 146 millones de personas saldrían de la pobreza extrema.

Esas inversiones deberían centrarse en programas de protección y bienestar social, gobernanza, digitalización, y un cambio hacia la economía verde, así como en mejorar las capacidades productivas.

Con un plan ambicioso de impulso a los Objetivos de Desarrollo también se disminuiría la brecha de pobreza de género y se reduciría en 74 millones el número de mujeres en la pobreza, pese al efecto del COVID-19.

“Como destaca esta nueva investigación sobre la pobreza, el COVID-19 es un punto de inflexión y las decisiones que tomen los líderes ahora podrían llevar al mundo en direcciones muy diferentes. Tenemos la oportunidad de invertir en una década de acción que no sólo ayude a las personas a recuperarse del COVID-19, sino que restablezca el camino al desarrollo de la gente y del planeta hacia un futuro más justo, resiliente y sostenible”, afirma el administrador del PNUD, Achim Steiner.      

El estudio sugiere una combinación de los cambios de comportamiento a través de estímulos para los gobiernos y para los ciudadanos, tales como la mejora de la eficacia y la eficiencia en la gobernanza, y los cambios en los patrones de consumo de alimentos, energía y agua. 

Las intervenciones propuestas también se enfocan en la colaboración mundial para hacer frente al cambio climático, inversiones adicionales para la recuperación de la pandemia y la necesidad de un mejor acceso a la banda ancha y la innovación tecnológica.

Estas acciones podrían acelerar el desarrollo humano en países frágiles y afectados por conflictos puesto que la mayor parte de los 146 millones de personas que saldrían de la pobreza vive en esos entornos.

Transformación estructural

En el mismo tenor, la UNCTAD pugna por el diseño de políticas que vayan más allá de la protección a las personas y que propicien inversiones para corregir brechas de infraestructura de larga data y para apoyar una mayor creación de empleos.

“Las políticas audaces para fortalecer las capacidades productivas en los países menos desarrollados deberían ser un pilar de cualquier plan de recuperación de la pandemia y de las estrategias de desarrollo a largo plazo”, opinó Paul Akiwumi, director de la UNCTAD para África y los países menos desarrollados.

El informe de la UNCTAD destaca que las naciones que han reducido sus niveles de vulnerabilidad económica mejoraron sus indicadores comerciales o de producción como resultado de una mejor capacidad productiva.

Explica que una mejor capacidad productiva ayuda a emprender una transformación estructural, es decir, a que los recursos productivos de un país como la tierra, los recursos naturales, la mano de obra y los conocimientos técnicos, pasen de ser actividades económicas de baja productividad a actividades de alta productividad.

Por otra parte, añade la UNCTAD, hace falta que la revolución digital llegue a los países menos desarrollados, donde las tecnologías avanzadas son todavía muy incipientes y no hay la infraestructura ni la capacitación humana necesaria para operarlas.

La transformación digital requiere capacidad tecnológica y esto cuesta tiempo y dinero, por lo que esos países sólo podrán aprovechar la revolución digital en la esfera productiva si ponen en marcha políticas industriales que refuercen y desarrollen dichas capacidades en todos los sectores, apunta el estudio.

Derechos humanos:

El revés que el COVID-19 ha asestado al desarrollo fue un tema que también abordó en su momento un grupo de 45 expertos de la ONU en derechos humanos, que instó a los Estados a fortalecer y renovar su compromiso con el multilateralismo para derrotar la pandemia y contrarrestar esa reversión.

En una declaración conjunta con motivo del 34º aniversario de la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo, los relatores afirmaron que derrotar a la pandemia en un país puede ser el comienzo de una solución, pero recalcaron que la recuperación sólo será eficaz si todos los Estados trabajan juntos con un espíritu de cooperación.

“La pandemia de COVID -19 se extendió por todo el mundo, afectando al norte y al sur, a las comunidades urbanas y rurales, cobrando un alto precio en vidas y medios de subsistencia. Se pierden vidas, los sistemas de salud están al límite, las oportunidades de educación han desaparecido, las empresas han cerrado”, recordaron.

Del mismo modo, el desarrollo humano y económico se ha visto afectado en todos los aspectos y que la crisis de salud está lejos de terminar e insistieron en que un enfoque fragmentado frente a la crisis ha probado ser inadecuado y perjudicial para la salud y las economías, al igual que para el desarrollo y el disfrute de las garantías fundamentales.

Para concluir, los relatores especiales llamaron a una acción multilateral y coordinada inmediata para que los países cumplan las promesas hechas hace 34 años de cooperar entre sí para asegurar el desarrollo, promover un orden económico internacional de igualdad soberana, interdependencia, interés mutuo y protección de los derechos humanos.

Rafael J. Lutzardo Hernández

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