Paco Pérez08.06.2018. Redacción | Opinión
Por: Paco Pérez
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La Iglesia Católica, como ustedes bien saben, ha influido de manera decisiva en los usos y costumbres de los ciudadanos de buena parte del mundo y, especialmente, como país tradicionalmente religioso, de una manera patente y notoria.
Hoy me quiero referir a las parroquias e iglesias como centros neurálgicos de los núcleos de población y las plazas de las mismas como ligares de reunión y de actividades sociales relacionadas con las villas, pueblos y ciudades españolas.
Acabo de oír las campanas de la parroquia de San Juan Bautista de La Laguna, en el barrio del mismo nombre, que dista cerca de un kilometro de mi domicilio. El viento reinante ha hecho que el sonido de sus campanas llegue nítidamente hasta casa, lo que me resulta muy agradable.
Los campanarios de las iglesias han sido trasmisores de noticias a lo largo de nuestra historia, porque las campanas, con sus diferentes melodías, informaban a los vecinos de acontecimientos sociales.
Así, cuando los habitantes de una zona oía doblar las campanas, estaba claro que algún vecino había fallecido y seise producía algún suceso grave imprevisto, como el incendio de una casa, sonaban a rebato, para avisar a la población de que urgía la colaboración de los habitantes se la comarca para apagar el fuego.
Todos sabemos, además, que las campanas repican en las fiestas de guardar, expresando su alegría por tales celebraciones y, en algunos pueblos de la España profunda, los campanarios tocaban determinadas y concretas notas, para avisar de la presencia en la localidad de forasteros sospechosos de que pudieran cometer algunos delitos, como robos en domicilios.
En la Laguna suenan muchas campanas de iglesias y, en particular, son muy sonoras las de los campanarios de la Catedral nivariense y las de la Parroquia matriz de La Concepción, una tradición que no debería perderse nunca, porque forma parte de la personalidad de la ciudad. Es lo que me gustaría.
