El sueño de Zoraida

30.10.2021 | Redacción | Relato

Por: Isa Hernández

Zoraida se embelesaba cada vez que lo veía tan distinguido, apuesto, bello, no solo lo que estaba a la vista sino lo que encerraba en su interior. La honestidad, nobleza y sinceridad lo enaltecía en su pensamiento. Lo soñaba, lo contemplaba y hasta lo sentía respirar a su lado, y entonces, distinguía sus caricias tan cálidas, amorosas y sensibles, con sus finas manos que la adormecían y no se quería despertar. Se erizaba a pesar de que sabía que todo era un sueño, pero aun así disfrutaba con ese amor platónico inalcanzable y, en la distancia, lo vivía con intensidad. A veces presentía su figura que la miraba con fijeza y la envolvía con sus ojos azabaches y, su boca sonriente le decía que ella era su amor ideal y que, aunque no lo creyera siempre pensaba en sus ojos azul cielo y en su cara arrebolada con su melena como el trigo, y que ella era su luz, su inspiración y su guía, que le traspasaba la energía que le había hecho llegar tan lejos, que sentía en su interior como un hielo abrasador cada vez que pensaba en ella. Cuando regresaba de su letargo, Zoraida se encontraba con su realidad, pero él habitaba en su pecho, reverberaba su corazón y sentía temblar su cuerpo y vibrar su alma, porque veía como se cumplía su pensamiento, sin hablarse como si se irradiara esa sensación plena que solo el amor verdadero es capaz de transmitir. Se trasferían su energía y eso les ayudaba a los dos a realizar sus sueños porque sus mentes tenían las puertas abiertas al universo donde nada era imposible y se cumplían sus deseos allá donde su amor era premiado como si la magia asediara sus corazones.

Imagen de archivo: Isa Hernández

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