El mendigo

25.12.2024 | Redacción | Micro cuento

Por: Pilar Medina Rayo

Autora del libro: Óbolos para Caronte

Un anciano reflexiona sobre su vida. La divagación de su pensamiento le impide apreciar el hormigueo que comienza a insistir en su mano extendida, “quizá sea más molesto el picor de sabañones de sus pies”, pensó.

"Beben y beben y vuelven a beber..."

Oía como un grupo de jóvenes cantaba villancicos y les observa con una sonrisa, contagiándose de su la alegría. Dos gruesas lágrimas ruedan por sus mejillas.

El mendigo de la esquina de la Plaza Mayor, ese soy yo, ¿acaso me volví invisible? ¿cuánta gente pasó por mi lado y no me miró?

Un joven matrimonio con un chiquillo de unos 5 años pasa por su lado. El padre le acaba de regalar una zambomba y el niño ríe mientras intenta tocarla. Cada sonido que le arranca se oye en forma de pedorreta, provocando un estallido de risas en el pequeño. La familia se aleja, con el chico de la mano de los padres que, de vez en cuando, lo sujetan por las asilas y lo elevan del suelo.

El anciano se limpia las lágrimas con el revés de la manga. “Toma, para que te calientes las manos", ni se dio cuenta que junto a él hay una anciana que le sonríe con boca desdentada.

El mendigo extiende sus temblorosas manos aceptando el regalo, un cucurucho de castañas.

—"Feliz Navidad", dice la mujer a la vez que le da unos golpes cariñosos en el hombro.

—"Feliz Navidad" —contesta también él.

De nuevo comienza a nevar. El anciano sonríe embelesado ante la belleza de los copos, aferrando con fuerza el cucurucho que poco a poco se va enfriando.

Amanece el 25 de diciembre, es Navidad.

Un barrendero de la Plaza Mayor da unos toques ligeros con su escoba a un mendigo, después grita a un compañero.

—Eh, tú, llama a la policía, aquí hay un vagabundo que se ha muerto.

Un cucurucho de castañas yace esparcido en el suelo.

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