La ausencia

29.01.2023 | Redacción | Opinión

Por: Isa Hernández

Sus pasos lo llevaban siempre al mismo lugar, y andaba lento y cabizbajo como abstraído en su mundo, el mundo que él necesitaba para descansar. Lo había pensado muchas veces y ya no lo repetía como hacía antes, hace un tiempo, se había quedado callado y nadie conseguía sacarlo de su mutismo. Su nieto lo miraba con fijeza, solo tenía unos meses, pero le transmitía una alegría interior que se le notaba en la mirada, se le humedecían los ojos cada vez que lo contemplaba, se miraban fijo como si se hablaran, a sabiendas de que le quedaba poco tiempo para sentir esa emoción. El bebé, ajeno a la situación, le sonreía como si le correspondiera a su amor entregado y verdadero. Cuando el espacio se quedaba vació, él paseaba por el pasillo, idas y venidas interminables. La luz de su mirada era pálida y mortecina y su esposa lo observaba con disimulo para qué él no reparara de lo que ella sufría en silencio. Los dos sabían que el final se acercaba y el dolor sordo se acentuaba, pero se tragaban las lágrimas y se miraban con esperanza marchita temiendo a la ausencia o a que llegara el día de la despedida. Cuando llegó el momento todo transcurrió como tenían previsto, aunque no lo habían hablado, sin aspavientos, plañideras o parafernalias. La paz inundó el aposento, se apagó la luz y reinó el silencio.

Imagen de archivo: Isa Hernández

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