05.05.2024 | Redacción | Poesía
Por: Isa Hernández
Suspiran mis poemas descalzos en el desierto,
sangrantes lloran de pena porque no te llegan y tú desolado los buscas
entre los pensamientos silentes,
recordando esos eternos momentos vívidos en nuestros sueños
de inmarcesible amor
en la madrugada.
Escribo en la nívea sábana de seda que envuelve las palabras;
las palabras desnudas que forman una aureola y los pétalos de rosa
dibujan mariposas que elevan sus alas al viento,
y se mecen al son de melodías de trompeta
evocando notas de saeta.
El pentagrama rezuma el rocío de la mañana y en el papel de seda,
trazo las líneas descalzas sin ornamentos ni figuras literarias,
ni siquiera los sentimientos que anidan en el alma;
en solitario dejaré la poesía en la calma
esperanzada y silenciada.
Tus susurros acompasados con las sinfonías de los sentires
de las almas abandonadas, se cuelan por las rendijas de los cristales,
e iluminan mi pluma dorada con el reflejo de la luz pálida,
y mi cuerpo vibra desesperado, como si estuvieras amándome en una
noche de ardiente pasión desbocada.