¿Qué hace un cocodrilo del Nilo en la catedral de Sevilla?

17.10.2025 | Redacción | Escrito

Por: Pilar Medina Rayo

Autora del libro: Óbolos para Caronte

La Catedral sevillana se levantó sobre los cimientos de una antigua mezquita que desapareció tras la Reconquista Cristiana en el siglo XIII. Ubicada en pleno casco antiguo de la ciudad, es un templo católico de estilo gótico que custodia en su interior un curioso “inquilino”.

Si entramos en el Patio de los Naranjos por la Puerta del Lagarto, nos encontramos algo que inevitablemente capta nuestra atención. Del techo, de uno de los pasillos que rodean el patio, cuelga un inesperado personaje: un cocodrilo del Nilo.

En la ciudad es conocido como “el lagarto de la Catedral”, pero ¿qué hace ahí un cocodrilo del Nilo y cómo llegó hasta Sevilla? La respuesta la encontramos en una historia que se remonta al siglo XIII.

Nos tenemos que retrotraer 750 años y situarnos en la Sevilla de Alfonso X “el Sabio”. El monarca participó activamente en su reconquista entre los años 1247-1248, convirtiéndose en su sede de gobierno y, por tanto, en el epicentro de Castilla.

El 6 de diciembre de 1253 nace en Sevilla la Infanta Berenguela, primogénita del rey castellano y de la reina Violante de Aragón. Como primogénita fue nombrada heredera de la corona castellana por las Cortes de Toledo en 1254 y, ante la falta de descendencia masculina del rey, en mayo de 1255 es confirmada en Palencia como heredera del trono, por lo que se entablan negociaciones para desposarla con el heredero de Luis IX de Francia, el príncipe Luis de Francia y de Provenza.

A finales de octubre de 1255 nace el Infante Fernando de la Cerda, quien por haber nacido varón pasó a ser el heredero del trono. Sin embargo, el proyecto de enlace matrimonial entre Berenguela y el delfín de Francia se mantiene. Pero este destino sufre un giro inesperado tras la prematura muerte de su prometido en 1260.

Tras el fallecimiento de su prometido, Berenguela se convierte en un interesante partido para cualquier pretendiente puesto que Castilla, al haber reconquistado el reino musulmán más occidental del mundo conocido (el Al-Andalus), se había convertido en una gran potencia europea.

En este contexto histórico entra en escena un nuevo pretendiente totalmente inesperado, el hijo primogénito del sultán Az-Zahir.

Az-Zahir fue un líder del sultanato de Egipto. En cuanto a su primogénito, y ante la falta de documentación que se ha perdido en el tiempo, se trata de una figura histórica incierta que, según la narrativa histórica, le propuso matrimonio a la infanta.

El sultán, deseoso de entablar relaciones político-económicas e intentar recuperar de nuevo la joya de Occidente para el islam, envió una embajada al rey para pedir la mano de su hija Berenguela.

Una amplia comitiva proveniente de Egipto se embarcó en una travesía hacia la Península Ibérica y solicitar, en nombre del sultán, la mano de Berenguela. Tras semanas de viaje, llegaron a Sevilla con exóticos regalos, entre los que se encontraba un colmillo de elefante y animales vivos como una jirafa domesticada y un cocodrilo del Nilo…

Pero Berenguela se negó a casarse con el pretendiente egipcio al considerarlo un enemigo de su fe. Igualmente, el rey castellano, representante de una monarquía cristiana e inmerso en la lucha contra los musulmanes, rechazó la solicitud de matrimonio para su hija. De hecho, la Infanta, y a pesar de su posición como señora de Guadalajara, optó por una vida religiosa, ingresando en el monasterio de Santa María de las Huelgas de Burgos.

Alfonso X envío un embajador a Egipto, junto con regalos de cortesía para el sultán. El embajador agradeció el ofrecimiento de matrimonio, pero amablemente lo rechazó en nombre del rey y de la Infanta.

Sin embargo, tanto la jirafa como el cocodrilo permanecieron en el Alcázar de Sevilla hasta el fin de sus días. En una ciudad donde los cocodrilos eran una verdadera rareza, los sevillanos de la época lo llamaron “lagarto” nombre que ha perdurado en el tiempo hasta nuestros días.

Cuando el cocodrilo falleció, fue embalsamado y colgado en una de las vigas de la Catedral para su exposición a los feligreses. Con el paso del tiempo el animal disecado fue perdiendo la piel. por lo que finalmente fue sustituido, en el siglo XVI, por una copia a tamaño real hecha en madera por autor desconocido, y que es la que hoy día podemos contemplar.

Junto al cocodrilo también están colgados otros objetos que formaron parte de los regalos de la comitiva egipcia: el colmillo de elefante, un bocado o freno de hierro que se dice perteneció a la jirafa, y una vara o fusta que algunos interpretan que se utilizó para dirigirla.

El lagarto de la catedral ha servido para dar nombre tanto a la nave donde está colgado (Nave del Lagarto) como a la puerta de acceso al templo desde el patio (Puerta del Lagarto) y, 750 años después de su llegada, sigue atrapando nuestra curiosa atención.

 

 

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