23.06.2022 | Redacción | Opinión
Por: Isa Hernández
La luz pálida del amanecer se colaba por las rendijas de la persiana y, variadas figuras bailaban en las paredes níveas de mi cuarto, alrededor de mi cama como incitándome a seguir el juego que dibujaban las sombras al unísono. Embelesada las contemplaba mientras mi pensamiento como embrujado volaba al aroma del café. Me invadía el murmullo de la música, caricias y besos que, en otro tiempo me arrullaba, acaecidos en esta estancia de paredes blancas como la nieve, araña de colores brillantes colgada del techo y cortinas de color rosa palo; observaba la misma mesa camilla con los adornos sobre el tapete blanco de ganchillo que protegía el mantel redondo de raso del mismo color que las cortinas, los mismos retratos que acompañaban mi espacio de entonces, y además, en otro tiempo había risas, halagos y quimeras. El timbre de la puerta me devolvió a la realidad, y con premura me abotoné la bata blanca sobre el pijama de terciopelo rosa y, oteé por la mirilla por si fuera alguien de confianza para abrirle la puerta, pero no había nadie en el rellano. Como aún era muy pronto y no tenía nada pendiente a esa hora tan temprana, me embutí de nuevo entre las sábanas blancas y me arropé con el edredón rosa. Me quedé traspuesta, pensaba en si el sonido del timbre lo soñé y no fue real, pero estando aún entre la duda, de nuevo me levantó de la cama otro timbrazo; esta vez sí me aseguré de que era real. Me puse de nuevo la bata y, con rapidez me dispuse a abrir la puerta. Miré primero, pensé si estaría por la esquina donde no abarcaba la visión de la mirilla, abrí la puerta, miré por la escalera, y, otra vez todo vacío. No sabía que pensar, sentí un poco de repelús porque se me erizó la piel. Pudiera ser que fuera en otro piso y que en el silencio rebotara en mi puerta.
Mientras me tomaba el café se lo contaba con la mente adormecida aún. Pensé en cuando me decía que, si se ibas antes que yo me visitaría, pero no le voy a dar más vueltas. El trinar de los jilgueros, el ruido de la calle y el rin rin del teléfono, me despejó como si todo hubiera sido fruto de un sueño, de la ausencia y del recuerdo.
Imagen de archivo: Isa Hernández