¡Nunca dejaré de soñar¡

03.08.2020 | Redacción | Relatos

Por: Jesús Lara González de Quevedo

Cada segundo de mi vida, luchando contra viento y marea, la dichosa añoranza palpita sin piedad en cada arteria de mi debilitado corazón. Escarbando en lo más profundo de mi conciencia con sus largas y afiladas garras. Sintiendo demasiados celos de mi yo anterior. Recordando sus locuras inigualables, su forma de sentir la vida y lo más importante, la alegría en su desafiante e intensa mirada.

Entiendo que se me va acabando el tiempo y en mi pensamiento brota la idea y un gran deseo de volver a convertirme fielmente en él.

Pero también en mi pecho un dolor se cuece en mi interior, conteniéndose con fuerza, un gran temor al creer que pudiera volver a ser él.

El temor a no poder conseguirlo, causa en mi piel una especie de heridas convertidas en arrugas, que se sienten con furor y a la vez con odio por no haber conservado a ese niño que me protegía de aquellos miedos que deambulan en silencio por mis presentes tan distintos.

De él, lo perdí todo, incluso el lugar donde sus sueños se iban cumpliendo a su forma, sin desistir de ello si alguno por el camino se rompía. Su tierra, su Jerez de la frontera de su alma, que defendía con uñas y dientes si alguien se atrevía a hablar negativamente de su tierra natal.

Sus amistades o lo que yo creía que en ese tiempo eran amigos de él, también fueron desapareciendo para seguir con sus vidas, sin importarles el arraigo que con constancia les había inculcado para lo bueno y lo malo en cada momento de su dichosa juventud.

La ausencia en una gran familia que día a día intenta volver a encontrarlo sin éxito, ausentándose parte de ella sin tiempo a terminar de conocerlo. Algunas lágrimas y muchas sonrisas construyeron una gran muralla y crearon una unión infinita cruzando el charco desde su amado Cádiz hasta la isla de Tenerife para no separarlos nunca Jamás.

Pero ahí sigue esa cruel añoranza, destruyendo cada sentido de mi existencia por volver a encontrarme de nuevo. Yo seguiré insistiendo, con mi cabello más canoso y un sufrimiento interior que me clava puñaladas causando una gran rabia sin compasión. Nada podrá impedir que te encuentre, porque aunque me olvidara de muchas cosas, recuerdo con claridad el sitio donde te dejé abandonado.

La vida es un sueño y yo te prometo que “Nunca dejaré de soñar”


 

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