20.07.2024 | Redacción | Opinión
Por: Rafael J. Lutzardo Hernández
La silla de madera de los recuerdos, donde tantas personas se han sentado durante muchos años, dejando cada uno de ellos una historia, incluyendo la mía. Una silla o banco de madera que se entremezclan entre el pasado, presente y futuro. Madera de roble noble que se ofrece para dar la oportunidad a todas aquellas personas que quieran ocupar su humilde morada. Esa madera noble permanece impertérrita de día y de noche, con frío y calor en un lugar que se ofrece para la reflexión y la meditación, abrigando un paisaje natural lleno de magia y de grandes momentos de inspiración.
Tanto la vieja madera como la joven, están preparadas para soportar el peso y la historia de cada uno de nosotros, siempre y cuando intentemos buscar nuevas alternativas en la búsqueda de respuestas que en otros momentos anteriores de nuestras vidas no pudimos encontrarlas. El lugar, el espacio que cada uno de nosotros hayamos elegido siempre habrá un banco o una silla esperándonos sin pedirnos nada a cambio.
Los años pasan y nuestras vidas con ellos. La madera tratada por la mano del ser humano también tiene un mensaje, una historia, especialmente cuando es tallada y esculpida para darle rostro y corazón a una madera que en otra época fue árbol de la vida. Del mismo modo, madera y espacio o lugar, van cogidas de la mano formando un binomio, con el objetivo de ofrecerles a todas aquellas personas ese momento y ese lugar llenos de sentimientos y recuerdos.
Por experiencia propia puedo señalar que en otra etapa de mi vida pude refugiarme en ese banco de madera; donde mi mirada se entretenía en lontananza, bien sucediera en imágenes naturales de un nuevo amanecer como en otro atardecer. Es por eso, que la madera también tiene vida hasta que el ser humano lo considere oportuno. Hasta que ese árbol que un día tuvo vida, fuera podado y arrancado desde sus raíces para su comercio.
Madera que habla en silencio, que se convierte en confesionario de muchas personas con historias distintas de sus vidas. Yo las veo casi todos los días, acudo a ellas para descansar, pensar y reflexionar. Mi mirada divisa un horizonte con una línea recta perfecta. Ese artista que pinta esa línea recta a lo lejos es el Mar, Atlántico, el cual también juega un gran papel entre la madera y el espacio que la rodea.
Así es mi banco de madera. Así son sus sentimientos, que aunque sea de madera, también tuvo vida en otra etapa de la vida. Sin embargo, y aunque ahora se sienta maniatado con tornillos a través de la mano del hombre, sigue ofreciéndose para dar cobijo a todas aquellas personas que quieran descansar, pensar y reflexionar. Las historias de cada persona son distintas; los sentimientos también son esculpidos por los corazones de las personas, incluyendo el mío.