Carta de amor

05.05.2024 | Redacción | Opinión

Por: Alejnadro de Bernardo

adebernar@yahoo.es

Silencio. Tal vez sea lo mejor. Ladran, luego cabalgamos. Se frotan las manos. Se las frotaban. Se las frotaron. Cinco días sin un segundo de descanso. Así se inventó el fuego. Con un palo y una piedra o con un palo sobre otro palo. No a estacazos. Los que cogieron esta última técnica se quedaron en macacos. Primates sin evolución perceptible. Más lenta que el cambio climático que niegan. De tantas hostias se debieron quedar ciegos. Siempre se ciegan. El odio aturde la mente y disparata las bestias. ¿Qué es un ser humano cuando pierde el raciocinio? No quiero seguir porque también tengo corazoncito y ya en cierta ocasión me dijo que lo tratara bien o nos íbamos. Y yo prefiero morir por amor o amando, el gerundio más bonito de nuestra lengua.

Y es que, amigas y amigos, estamos llegando a un punto en el que todo aquello que defendía, defiendo y defenderé está de capa caída. Ha sido derogado y me veo en un entorno que desconozco. En el que no me cuadra casi nada. Lo que yo creo cualidades se ven como defectos. Los logros como retrocesos. La cordialidad como sensiblería. La generosidad como debilidad. La humildad como humillación. La educación –la buena- como un asunto de “suaves”. La confianza como tontuna. La alegría de vivir como cosas de inconscientes. Pues no… no voy a rendirme.

He dedicado mi vida a impartir conocimientos pero sobre todo a enseñar a miles de niñas y niños y adolescentes a tener criterio propio y a ser buenas personas. Respetuosas y afables. Colaborativas y empáticas. A que entiendan que uno más uno son mucho más que dos. No acepto este aro por el que quieren que pase. Que pasemos. No podemos aceptarlo.

Siempre quise y quiero un presidente que dude. Un presidente que sienta. Un presidente que ame. Un presidente que sufra. Un presidente que llore donde le salgan las lágrimas. Que no venga llorado de casa. Un presidente valiente porque para ser valiente hay que sentir en carnes propias el miedo. Un presidente que se salte los protocolos, las normas, lo correcto, lo estipulado si hubiera asuntos importantes por delante. Sí, he dicho asuntos más importantes. Y vaya que los hay.

Usted, estimada y respetada lectora, estimado y respetado lector… ustedes y yo sabemos que a nosotros nos pueden hacer lo que sea y tal vez no pase nada. Bueno, siempre pasa, pero quizás miremos para otro lado o lo suframos en silencio. Pero que se metan con alguien inocente de nuestra familia… eso es harina de otro costal. Así que, estimado y respetado presidente, aplaudo su decisión. Creo que, a la larga, esos cinco días serán extraordinariamente productivos porque, entre otras cosas, ha sido capaz de ponernos a pensar.

Es mi deber como ciudadano, agradecerle su decisión de seguir. ¿Y sabe por qué? Pues porque sería una enorme decepción que la derecha -que nunca acepta los resultados electorales si no gana- se llevara el gato al agua. No por razonamientos o propuestas sino por haber proferido todo tipo de insultos, mentiras y descalificaciones.

Y le agradezco especialmente por los más pobres: nunca se subieron tanto las pensiones ni el salario mínimo interprofesional. Como tampoco se hubiera activado un impuesto a la banca y a las grandes empresas. Y, ¿sabe presidente? Le agradezco porque la España camisa blanca de mi esperanza, “la que se iba a arruinar, la que estaba pagando ya a la guardia civil con bonos” es hoy un país con una economía potente y en la que hay más de veintiún millones de empleados. Lo que nunca. Y todo eso habiendo superado una pandemia, una guerra –ahora dos- y hasta los desastres del volcán con sobresaliente. Además, se ha ganado a pulso y a pesar de las difamaciones de nuestros “compatriotas” de la derecha en Bruselas, un enorme prestigio internacional.

También por eso, merece la pena seguir. Siga luchando por un país más democrático, más solidario, más abierto, más laico, más plural, más respetuoso, más próspero, más justo, más sostenible, más habitable y más acogedor. La mayoría de las españolas y españoles -con pulseritas o sin ellas- le estaremos inmensamente agradecidos. Esa entrega también es amor. Y del bueno.

Feliz domingo y feliz Día de la Madre. Mama, no imaginas lo que me ayuda saber que estás. Extiendo mis deseos de felicidad a todas las madres. Todas sois especiales.

 

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