Paco Pérez14.03.2017. Redacción.
Por: Paco Pérez.
La Guardia Civil española siempre fue, desde su creación en el siglo XIX por el duque de Ahumada, un cuerpo de élite de las Fuerzas de Seguridad del Estado y ha tenido desde su fundación un carácter y una disciplina militar, careciendo de lo bueno que ello signfica y asumiendo todo lo malo que ello conlleva.
Este cuerpo especial se especializó, durante su historia, en salvaguardar la seguridad en el mundo rural, principalmente, y se constituyó en eficiente vigilante contra la delincuencia en pueblos aislado, caminos solitarios y en grandes latifundios.
Con la modernidad creó una agrupación de tráfico, para controlar con mucha eficacia y no menos trabajo el tránsito rodado de los vehículos por las carreteras de toda España, especializándose también la Guardia Civil en la protección de la Naturaleza (Seprona), en los delitos contra la salud de las personas (tráfico de drogas) y en las vigilancias exhaustivas de edificios públicos sensibles de atentados, así como del control de pasajeros y vigilancia de las instalaciones en puerto y aeropuertos de todo el país. Mención especial merecen las dotaciones de las patrulleras que vigilan nuestras costas, los equipos de submarinistas que rescatan náufragos y cadáveres de mares y ríos. así como su policía científica, sus unidades de alta montaña y tantas otras labores en beneficio de la sociedad civil.
No se puede negar que los miembros de la Benemérita son unas personas especialmente preparadas para el servicio social y para la abnegación en el trabajo cotidiano, como tampoco es mentira que trabajan muchas veces en unas condiciones laborales muy precarias y que la generalidad de sus miembros están mal retribuidos económicamente.
Afortunadamente ya no padecemos un régimen político represivo y dictatorial, en el que a la Guardia Civil le tocó desempeñar un papel no muy agradable que digamos. Disfrutamos desde hace varios decenios de un Estado con instituciones libres y democráticas y creo sinceramente que ya es hora de desmilitarizar a estos hombres y mujeres vocacionales y unificar este Cuerpo con el de la Policía Nacional, algo que está demandando desde hace mucho tiempo algún sindicato (ilegal, al tratarse aún de una fuerza militar) de la propia Guardia Civil.
Igual que ha ido desapareciendo de la vista el tristemente famoso tricornio, que sólo se utiliza en algunas ceremonias oficiales como una prenda peculiar complementaria del verde uniforme, nuestros gobernantes deberían ir pensando ya en transformar este Cuerpo especial y adaptarlo a las actuales circunstancias de un país democrático, moderno, que pretende progresar.
Pienso sinceramente que muchos de ustedes, queridos lectores, estarán de acuerdo con esta propuesta.
