Deteniendo el tiempo

21.09.2025 | Redacción | Opinión

Por: Alejandro de Bernardo

adebernar@yahoo.es

Yo también he caído en la trampa digital. Lo confieso. Llevo un tiempo que arranco los días leyendo escritos de todo tipo y condición, a la vez que medio enganchado a los vídeos de unos minutos que circulan por la red. Menos mal que ayudado por la conciencia o la razón, o yo qué sé, a los tres o cuatro, paro. Paro y me levanto. He comprobado que el reloj durante estas tareas vuela. Y me deja una tremenda sensación de pérdida de tiempo.

Hoy me tocó un gran optimista. El profesor y escritor Víctor Küppers. Este es de los míos. Bueno, yo de los suyos. Y exponía un poco de lo que trata de inculcar a sus hijos. Se centraba en tres ideas: la bondad, la alegría y la sencillez de la vida. No puedo estar más de acuerdo. En la vida, el talento es importante, el dinero es importante, el trabajo… muchas cosas son importantes, pero nada hay tan importante como ser buena persona. Al final, es lo que nos da sentido.

La segunda idea es no perder nunca la alegría. No se trata de ser payaso o gracioso, no. Se trata de la alegría de vivir. No es un tema genético, se aprende, se desarrolla… ¿Cómo? Pues viendo antes lo positivo que lo negativo. Cuando uno es alegre las relaciones con los demás funcionan mejor. Te enfadas menos, sonríes más… y en las relaciones personales generas menos conflictos. Hay personas que disfrutan trabajando, que tienen gran sentido del humor, que sonríen… y hay otras que con las mismas circunstancias son rancias, mustias, bordes o antipáticas. ¿Dónde está la diferencia? Pues en que hay personas que luchan por quejarse menos, por valorar lo positivo… y es ahí cuando la vida se muestra increíble. Y cuando uno va hasta las narices… pues la vida es una mierda. Tal cual.

Y la tercera es entender que la vida es simple, aunque nos la complicamos. Cuando uno tiene un trabajo, no se trata de hacer cosas extraordinarias. Se trata de hacer de manera extraordinaria las cosas normales. Y eso es lo que diferencia a las personas grandes de las mediocres. Y no es que haya personas mediocres. Nadie lo es. Es solo un problema de ánimo. Cuando estás motivada, cuando vas alegre, cuando eres feliz… en esos momentos es cuando sacas lo mejor de dentro. Así que, con este chute de energía limpia, abro la puerta de casa y me lanzo a por el nuevo día.

Y observo que las flores de mundo llevan unos días marchitándose. Tal vez avisando que el verano se acabó. El tráfico y todo vuelve a su ritmo habitual: no hay sitio para aparcar, no hay paciencia... Septiembre siempre viene con prisas. Como si gritara que el verano ya es pasado. Y precisamente hoy lo es. Aunque con estos calores no se lo cree nadie. Y de repente empieza esta otra etapa del año en la que todo es un comienzo: el curso, el trabajo, la normalidad.

Cada septiembre tengo la impresión de que todo ha pasado con prisas. Las estaciones son implacables, pasan tan rápido que no nos dan tiempo a aceptar que, cuando ya nos hemos acostumbrado a ellas, hay que darse prisa para retomar el ritmo de un otoño que está detrás de una puerta que hoy se abre.

Y hoy, precisamente, hoy… quisiera detener el tiempo y, antes de echarlo a andar de nuevo, comprobar si soy esa buena persona, alegre y optimista que mira y ama la vida tal como es. Que está decidida a hacer todo lo posible por mejorar la de los demás. Y si es así… que eche el reloj a andar. Valdrá la pena.

Feliz domingo.

 

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