La escuela, defensa de la libertad

13.07.2025 | Redacción | Opinión

Por: Alejandro de Bernardo

adebernar@yahoo.es

Los datos de las últimas encuestas me dejaron ojiplático. Me horroricé. Luego, le pones un poco de distancia –de la que se usa para entender- y, oye, que es lo lógico en este entorno de continuo desasosiego y crispación en el que estamos inmersos. Y ellos, -los menores de 25 años- lo tienen aún peor. Sus móviles son auténticos vomitorios de consignas, trampas y mentiras interesadas que, a ritmo de Tik Tok,  -poco a poco o mucho a mucho- van calando en sus conciencias como agua en arena. Así, esos datos estadísticos nos cuentan que estos fortachones confían menos en la democracia que el resto de la población. Que hay un 16% que prefiere, directamente, un régimen autoritario. Y que sólo tres de cada diez cree que vivir en una democracia es "extremadamente importante". Tócate los pies. Mi decepción es mayor por haber dedicado mi vida a intentar que chicos y chicas tuvieran criterio propio. A que nadie les diga qué pensar porque para eso tenemos la inmensa suerte de vivir precisamente en una democracia.

Y me hago las siguientes preguntas: ¿Por qué la escuela ha de ser neutral? ¿Cuál es la clave para que todos podamos pensar por nosotros mismos?

Seguro que más de una vez nos hemos preguntado si en la escuela nos enseñan solo una parte de la historia o si nos imponen las ideas. La neutralidad en las aulas no es solo una idea bonita, es fundamental para que puedas formar tu propia opinión. Para que seas libre. Hay quien dice que en la escuela no se puede ser neutral, que los profesores siempre tienen sus ideas. Y eso no es del todo cierto. La escuela no es un partido político ni un club de fans de una ideología. Luché como la mayoría del profesorado para que fuera un espacio en el que aprender a escuchar, a respetar los diferentes puntos de vista o a analizar y decidir qué nos parece mejor, fuera una dinámica de vida. Porque, al final, la educación debe ayudarte a pensar, no a aceptar ciegamente lo que otros te dicen.

La escuela siempre estuvo infravalorada. Y eso lo pone más difícil. Cualquier padre o madre viene y te dice lo que tienes que hacer con su hijo. Con todo tipo de detalles. Los mismos que jamás le dirían al fontanero cómo poner el desagüe del lavabo. Tampoco nos imaginamos que un juez dicte sentencias considerando su ideología. O, que un médico deba tratarte según sus ideas políticas. La imparcialidad es clave para que todo funcione bien. Entonces, ¿por qué en la escuela ha de ser diferente?

La historia nos ha enseñado que cuando la escuela se usa para imponer solo una idea, las cosas salen mal. En contextos comunistas y fascistas, la escuela también se utilizó como vehículo de control ideológico, eliminando la diversidad de opiniones. Por eso, es tan importante que desde el colegio aprendamos a pensar por nosotros mismos y a no aceptar todo sin cuestionarlo.

La escuela no puede ser un escenario de militancia, sino de encuentro. Los docentes tienen derecho a sus convicciones, pero tenemos el deber de ejercer nuestra función desde el respeto a las familias, el pluralismo y la libertad de conciencia del alumnado. Educar implica transmitir valores, pero deben ser aquellos que sustentan la convivencia democrática: respeto, igualdad, libertad y solidaridad. Estos no pertenecen a una ideología específica, sino al marco común que compartimos como sociedad. No podemos confundir la educación cívica con el activismo político. Renunciar a la neutralidad significaría abrir la puerta a nuevas formas de influir en el pensamiento de niños y niñas desde posiciones específicas, algo incompatible con una escuela pública e inclusiva y que podría llevarnos a reproducir los errores que otros regímenes han cometido en el pasado.

Si queremos formar personas libres y críticas, debemos confiar en su capacidad de pensar, cuestionar y elegir. Por lo tanto, defender la neutralidad ideológica en el aula es hoy, más que nunca, defender la libertad. No la de las tapas y cañas. La de verdad.

Feliz domingo.

PD. A Toño, mi hermano. Al que una negligencia médica le quitó la posibilidad de elegir, pero que sigue siendo el pegamento y la alegría de la familia. Felicidades

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