Las "goteras" de la edad.

31.05.2017. Redacción / Opinión.

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com 

Como suelo decir a mis amigos y conocidos --para mantener el buen humor-- que "ya tengo más citas médicas que amorosas", lo cual, por si alguno de ustedes lo ignoraba, es además rigurosamente cierto, porque es evidente que, a medida que vamos cumpliendo años aparecen cada vez más "goteras" en nuestro edificio corporal, debido a las humedades producidas por el envejecimiento estructural de nuestro organismo.

Después de cumplir cuarenta años de edad creo que es cuando empieza, aunque aún no de manera muy pronunciada, la "bajadita" de nuestra existencia terrenal y comienzan a aparecer los primeros síntomas físicos: ya no podemos hacer los mismos esfuerzos, es normal que empiecen algunas irregularidades visuales como la presbicia ("vista cansada" en vox populi), y no son de extrañar algunos sucesos imprevistos como infartos de miocardio o accidentes cerebro vasculares de mayor o menor importancia.

El desnivel de la carrera se acentúa a partir de los cincuenta (menopausia en las mujeres y "pitopausia" en los hombres, por ejemplo) y las arrugas en nuestros rostros se hacen más patentes, aunque como en cierta ocasión dijo el inolvidable pintor gerundense Salvador Dalí, "las arrugas son bellas".

Por desgracia, hay personas que no quieren o no saben envejecer adecuadamente. A mí me parece ridículo que muchos no asuman la edad que tienen. Algunos hombres presumidos se tiñen el pelo o se someten a tratamientos contra la calvicie, como si peinar canas o ser calvos fuera una vergüenza y me parece tragicómico --por no decir patético-- que damas maduritas sigan creyendo que tienen treinta años y se embardunen la cara con kilos de maquillaje para aparentar ser más jóvenes, cuando sencillamente son unas respetables carrozas palaciegas.

Hay que ser pragmáticos y asumir con naturalidad el proceso natural de envejecimiento, porque cada edad tiene "su cosa", tanto mental como físicamente y muchos de nosotros tenemos que aprender a vivir con nosotros mismos, con las ventajas y los inconvenientes que tiene ese deterioro progresivo, porque no nos queda más remedio que disfrutar del presente, aunque en el otoño comiencen a caer las hojas de los árboles caducos. Nosotros también tenemos, como quien dice, una fecha de caducidad. Y eso. 

Paco Pérez

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