“Los hijos que quisimos -o no- tener”

02.05.2021 | Redacción | Opinión

Por: Alejandro de Bernardo

adebernar@yahoo.es

Tener un hijo es esa decisión que un día tomamos y nos marca la existencia. Recuerdo a aquella madre que contaba entre contrariada y tierna: “tres días de parto, once en la UCI, muchas semanas de postparto y once años sin dormir del tirón para que salga del colegio y no me quiera dar un beso delante de sus amigos. Una colleja a mano abierta le meto que lo pongo de medio centro en el Osasuna”.

 

Y, claro, es que así son los hijos, seguramente así hemos sido como hijos. ¿Qué nos lleva a querer tenerlos? El instinto, nuestra condición natural, la tradición... La mayoría –quiero pensar que es así- de los que somos madres o padres hemos tenido clarísimo en algún momento de nuestra vida que los queríamos tener. Sabiendo que, al hacerlo, renunciábamos a muchas cosas. Menos viajes, menos fines de semana de juergas, menos capacidad de horas para nosotros o lo que viene a ser lo mismo: tener hijos hoy día es una renuncia a todas las experiencias “güays” que nos ofrece el capitalismo de consumo.

Trabaja, asciende, vive, consume, compite, disfruta... Pero no te metas en berenjenales de pañal y biberón porque esa carga te obstaculiza para darlo todo, aunque no te impedirá sentirte realizada o realizado.

Tal vez la de no tenerlos en estos tiempos sea lo más ¿recomendable? Además es reversible y sorprende que sea la opción más creciente en el mundo actual. Por otra parte es habitual y tiene que ser agotador que a partir de cierta edad te anden preguntando “y los niños, ¿para cuándo? que se te pasa el arroz”. Y no paramos a pensar que igual no está entre las ideas de alguien semejante hazaña. Respetemos. Si un hijo requiere algo es compromiso.

Y los hijos ¿que ofrecen a cambio? Si lo analizas, desde antes de nacer nos crean un vínculo que, visto desde otra perspectiva, es de locos. Cuidado extremo, horas de sueño perdidas, ayudarles a madurar para desenvolverse en la vida cuando hay veces que ni uno mismo sabe manejarse.

Aunque no traen libro de instrucciones, no se necesita mucho más que unos brazos que den calor y una voz que calme y cuente cuentos para una crianza en armonía. Pero, claro, en estos tiempos de consumismo exagerado, el proceso de criar a un hijo se ha inundado de ofertas, de experiencias y sobre todo de gastos. Esfuerzo, tiempo y dinero. Sólo los padres somos los culpables de esta atrocidad, la de vernos presionados tal vez por falta de referentes.

Ayyy, qué falta haría a esta sociedad haber leído a tiempo “El ladrón de bicicletas” o al menos haber visto la película para entender tantas cosas sobre la ejemplaridad hacia los hijos más allá del dinero. Qué necesario que un niño llamado Bruno detenga tu error con una mirada, un llanto o un apretón de manos y entender que lo haces bien sin tanta parafernalia.

Tengo tres corazones. Besas a tu hija de noche para olerla. Y mimas a tu hijo, lo dejas que se tumbe sobre tu pecho y sientes que estás vivo. El tercero está dañado pero siente como nunca, solo quiere llegar a verlos mayores como te los has imaginado. Y que crezcan como mujeres y hombres justos y valientes. Para que se mantengan firmes a pesar de la vida.

Feliz domingo. Te quiero mama. Sigues dándome tanta fuerza…

Imagen de archivo: Alejandro de Bernardo

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