Nacho "El Gofio": personaje de otro tiempo

04.07.2020 | Redacción | Opinión

Por: Rafael Lutzardo

Muchos fueron los personajes peculiares que marcaron una etapa en los años sesenta de aquél Santa Cruz de Tenerife que todavía estaba en fase de evolución social.

En aquellos años, donde actualmente está ubicado el Edificio Príncipe Felipe, frente al Mercado de Nuestra Señora de África, estaba el antiguo reformatorio llamado: Colegio San Gabriel. Una memoria histórica que parece ser olvidada en el transcurso del tiempo, pero que aún pervive en aquellas personas que siguen actualmente vivas. Sin duda, el índice del umbral de la pobreza en Canarias en los años sesenta era muy alto, motivando que muchas familias de las clases más pobres de la sociedad isleña no pudieran mantener a sus hijos. Por tal motivo, se creó el citado centro, recluyendo a niños de reforma y protección.

Entre ellos, al mítico Nacho ´El Gofio´. Estos niños, los más perjudicados por la afectividad familiar, por la pobreza, la miseria, el hambre y el desprecio de la propia sociedad, fueron motivos de muchas circunstancias negativas en sus respectivos destinos. Privados de su libertad y secuestradas sus infancias fueron víctimas de los malos tratos de sus guardianes, como se les llamaban en aquella época y por los propios directores.

Ramón Plasencia, un ex alumno del antiguo colegio San Gabriel (Reformatorio), recuerda que sus guardianes, aqellos que a priori estaban al cuidado de los niños, fueron los “verdugos” del régimen franquista de cientos de menores, que junto con los directores de aquél reformatorio de aquella época,, se ensañaron en el castigo, humillación y vejación contra aquellos menores. Entre ellos, con Ignacio ´El Gofio´. Según Ramón Plasencia, los castigos eran múltiples y variados: rapados al cero y con un plato de aluminio atado sobre la cabeza durante varias semanas; de rodillas y con los brazos en cruz hasta altas hora de la noche, encerrados en aquellos calabozos llenos de orines y colchones llenos de chinchas, golpeados con una vara de bambú o regla gruesa de tea contra las manos de aquellos inocentes castigados.

Mientras tanto, el Tribunal Tutelar de Menores también era cómplice de ese régimen franquista torturador y asesino. El padre Fruto, recuerda Ramón Plasencia, era el sacerdote oficial del Centro San Miguel, el cual confesaba a los menores y los condenabas al castigo ante el pecado de la inocencia y juventud de aquellos niños desprotegidos y maltratados por sus respectivos destinos de la vida. Los maestros escuela como se denominaban en aquella época entre los años 50 y sesenta; poco podían hacer ante una dictadura férrea de la España oscura de aquellos momentos, aunque algunos de ellos, maestros, reivindicaban la libertad a través de sus poesías, pero de forma muy discreta y con el tiempo, en la democracia, en libros de recuerdos y sentimientos.

Joaquín Hernández García, otro alumno que lleva los tristes recuerdos de aquella infancia, señala que “Nacho ´El Golfio´ no era mala persona. Era muy solidario con los amigos. “Lo llamábamos ´El ´Gofio´ porque siempre guardaba un poco de gofio  en su taquilla, pues se pasaba mucha hambre en el reformatorio”. Sin duda, la vida de Nacho ´El Gofio´ no fue nada fácil, al igual que otros tantos niños de la posguerra, pero Nacho Él Gofio´ tenía una ventaja con respecto a los demás. Es decir, tenía imaginación para buscarse la vida en aquel Centro de reforma llamado San Gabriel.

Lavaba coche, pero también los robaba. Cuando cumplió la edad de 16 años salió de aquél Reformatorio capitalino. No tenía familia o por lo menos, no lo reconocían como hijo. Una vez en la calle, para Nacho ´El ´Gofio´ comenzó otra vida. No tenía estudios, dinero, amigos ni familia. Dormía en cualquier lugar del viejo Santa Cruz, acompañado de unos perros. Pedía limosnas y lavaba algún que otro coche, junto con Domingo ´El Loco´.

Otro amigo, Manuel Pérez, que también conoció al señalado protagonista, comenta que: “Javier Pérez, que fuera presidente del CD Tenerife, le compró un bombo a Nacho ´El Gofio´ para que fuera al Estadios Heliodoro Rodríguez López, con el objetivo de animar al representativo. También, le daba algunas pesetas para que comprara comida. Del mismo modo, el 1 de junio de 1.980. en un amistoso en la cancha nauta entre el Náutico y el Canarias, la peña El Chicharro y la peña San Benito, firmaron la paz deportiva, intercambiándose las bufandas. Los protagonistas fueron Nacho ´ El Gofio´ y Ángel.

Por otro lado, y con la muerte del que fuera director del periódico La Tarde, Alfonso García Ramos, el 4 de marzo de 1.980, recuerdo que al sacar el féretro del Ateneo de La Laguna, Ignacio ´El Gofio´ invitó a todos los asistentes que estábamos por fuera del Ateneo, rezar un padre nuestro por el alma de tan irreparable pérdida humana. Por último, la leyenda urbana capitalina asegura que el día en que lo encontraron muerto en La Rambla el cuerpo de Nacho ´el Gofio´ apareció rodeado de sus perros, animales que no paraban de aullar por su amo.  Así concluyó la vida de Ignacio ´El Gofio´ entre anécdotas, picarescas, supervivencia y sonrisas.

Imagen: El 1 de junio de 1.980, en un amistoso en la cancha nauta entre el Náutico y el Canarias, la peña El Chicharro y la peña San Benito firmaron la paz deportiva intercambiándose bufandas. Nacho El Gofio como protagonista
Rafael J. Lutzardo Hernández

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