11.02.2024 | Redacción | Opinión
Por: Alejandro de Bernardo
adebernar@yahoo.es
Me gusta escribir sin acritud. No sé ya ni cuánto hace que no ponía un taco en un titular. Recuerdo uno, “¿Por qué coño aplauden?”, allá por el mes de julio de 2012- y que comenzaba así: “Hola, soy funcionario. O lo que es lo mismo, un cabrón que no trabaja, que roba al ciudadano. Un parásito que se esforzó una vez y, desde entonces, vive del cuento…”.
En cierta ocasión, una compañera me comentó que a ella no le gustaba encontrarse con tacos en los escritos. Sin imaginarlo siquiera, me condicionó de tal forma que desde entonces procuro no darle gusto al gatillo –cuando escribo digo-. Y eso que las palabrotas, según diversos estudios, parecen aportar beneficios sorprendentes, entre ellos hacernos parecer más honestos cuando hablamos, o incluso ayudarnos a aliviar el dolor –esto en sentido literal-. Por si fuera poco, otro estudio realizado en Massachusetts, concluyó que los participantes que fueron capaces de decir más tacos en un minuto demostraron tener mayores habilidades lingüísticas en general. De este modo, y al contrario de lo que se suele pensar, decir palabrotas no es un signo de pobreza de vocabulario, sino una muestra de mayor inteligencia lingüística y de comunicación efectiva.
Puede que las palabrotas no sean muy bien recibidas en un contexto sociolaboral en el que predomina la corrección política, pero antes de desdeñarlas por completo quizá no esté de más recordar que, en el momento y la situación adecuados, pueden traer consigo beneficios ocultos inesperados. Y ahí quería yo llegar. Pues ya en este punto, me surge la pregunta: ¿Qué beneficio oculto, o no tanto, buscaba la señora Oramas cuando dijo que los docentes "no tienen ni puta idea" de la identidad y la cultura canaria? –Ni puta idea. Si lo analizamos por los parámetros reseñados en el párrafo anterior, parece claro que desde luego, Ana Oramas ha sido totalmente honesta consigo misma. Ha expresado con total sinceridad lo que realmente piensa y siente. ¡Olé sus cojones! Muchos de los que la hayan visto o escuchado seguro que han tenido esa reacción. Y es que Ana Oramas viene a ser lo que yo llamaría una hippie-pija de la política. Alguien que adapta su vocabulario y comunicación gestual a cualquier contexto. Eso podría ser inteligencia pura y dura, pero también ocurre que es propio de personas que van “sobradas”. Que se creen por encima del bien y del mal y se permiten hablar con desprecio de lo que sea sin el mínimo rigor. Que cada uno la ponga en el sitio que considere.
Uno que ha estado treinta y seis años en los distintos niveles de la docencia, desde la primaria a la universidad, que ha visto el esfuerzo impagable que realizan las compañeras y compañeros trabajando el currículum de los contenidos canarios (desde aprender y enseñar el silbo gomero o dominar el timple, a trabajar y analizar la obra literaria de Arozarena, Pérez Galdós, Tomás Morales o María Rosa Alonso por ejemplo. O el estudio de referentes de la plástica canaria como Pepe Dámaso, Óscar Domínguez o Néstor Fernández de la Torre...) implicándose como tal vez ella sea incapaz de imaginar… pues qué quieren que les diga… las patadas en el estómago duelen bastante menos.
Y hablando de estómagos, hay que tener las tragaderas muy grandes para decir lo que dijo y que eluda las responsabilidades de Coalición Canaria tras más de 20 años al frente de la Consejería de Educación, además de que –como señal del “compromiso y responsabilidad”, entiéndase la ironía- hayan entregado en esta legislatura la gestión al PP.
En fin, que a lo mejor hay que meter entre los contenidos canarios el bocadillo de mortadela que tanto poder dio a quien tal vez no lo mereció y así, seguramente, la vicepresidenta del Parlamento canario, nos apruebe.
Feliz domingo.
PD El desdén y el desprecio que desprende cuando después del “ni puta idea” subraya que se está refieriendo a “los profesores” –con extensión de brazo y golpe en la mesa incluidos- invalidan el vídeo que a posteriori grabó y publicó para quedar bien.