Ojo por ojo

10.03.2024 | Redacción | Opinión

Por: Alejandro de Bernardo

adebernar@yahoo.es

Escuché esta historia y, si no les importa, quiero compartirla con ustedes. Intento que abra la puerta de las reflexiones a las que sin duda esta pequeña historia les va a llevar sin dejarlos indiferentes. Vamos con ella: Iban dos personas caminando por un sendero: un avaricioso y un envidioso. Sí, dos pecados capitales. Y de pronto, por este sendero, aparece un genio que sale de la lámpara, sin frotar: pereza. Sale el genio, se presenta y les dice: Señores, por andar transitando por este sendero les voy a conceder un deseo. El primero que lo elija, haré que se cumpla. Y aquel que no ha podido elegir, en compensación, recibirá el doble de aquello que se ha pedido.

Entonces, claro, llega el primero y piensa… si yo pido el primero, se cumple mi deseo pero el otro recibe el doble. El avaricioso lo tiene claro: fantástico. Incluso se frota las manos. Dice: me espero… porque claro, yo quiero todo. Por mi avaricia yo quiero todo. Porque así el envidioso… se queda con menos. Yo quiero el doble.

Pero claro, el envidioso, por su parte, se queda pensando: este hombre no va a pedir jamás… porque quiere el doble. Y si pido yo primero, él tendrá el doble y a mí me dará envidia. Y entonces empiezan a pasar las horas… El genio desesperado. Se ha fumado cuatro cigarros y, al final, el envidioso dice: lo tengo claro genio. – Por fin, cuéntame. – Quítame un ojo. Y dejaron ciego al avaricioso. Y es que en este mundo, hay gente dispuesta a sacrificarse porque al otro le jodan la vida.

Y así nos encontramos, sin rebuscar, casi a diario, a personas más pendientes de lo que tiene o deja de tener el vecino que de lo que puede disfrutar él. Dicen que así es la naturaleza humana. Me niego a creerlo. Aunque, sin embargo, -dependiendo de quién me acuerde- no me parece tan disparatada la fábula. Siempre he pensado que poco o nada se gana con el mal ajeno. Por muy rey que se sienta el tuerto.

Y hablando de ojos… es actualidad en las últimas semanas la empresa Worldcoin que está escaneando el iris a cambio de criptomonedas. Por lo visto ya hay más de cuatrocientos mil españoles que han vendido su iris. La inmensa mayoría jóvenes –algunos menores de edad- con escasos recursos y prácticamente ninguna información sobre la trascendencia y lo que se puede hacer con esos datos que han dado sin saber a quién ni para qué.

Hay estudios recientes que señalan que más de la mitad de los jóvenes españoles no pueden cubrir sus gastos básicos, que el pesimismo en el futuro es común y que ya está bien. Que a los 30, uno de cada tres jóvenes no se ha independizado y qué decir del paro juvenil, casi la mitad, o de la precariedad laboral. Son la generación mejor preparada de la historia, con todo el saber a su alcance y muchas más posibilidades, de conocimiento y recursos, que las que tuvieron sus padres y sus abuelos, pero una generación a la que la historia no acompaña.

Jóvenes que piensan que nada de lo que puedan hacer cambiará las cosas. Que opinan que la crisis es algo estructural, que tienen pánico al futuro, que creen más en las distopías de Netflix que en las utopías por las que lucharon sus abuelos… Lo sé porque yo también fui joven y porque hablo con ellos lleno de rabia y amor. Porque los escucho y les intento acompañar. Porque también fui inocente y pobre, y soñé –como ellos- con vivir una vida heroica y famosa.

Hablo con ellos, los miro a los ojos, y tengo una cosa muy clara: son mejores que nosotros. No están maleados. Son más solidarios, más naturales, más generosos. Puede que alguno si se topase con el genio resultase ciego. Pero ninguno… sería el tuerto.

Feliz domingo.

 

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