Reflexiones sobre la tanatofobia y la muerte súbita.

23.04.2017. Redacción / Opinión.

Por: Paco Pérez.

A raíz de una luctuosa noticia, como la muerte repentina de un conocido neurólogo que trabajaba en el Hospital Universitario de Nuestra Señora de la Candelaria, el doctor José Flores, mientras participaba en una dura prueba atlética en el macizo de Anaga, en medio de las cumbres laguneras de laurisilva de la Era Terciaria, cuyos senderos son una auténtica maravilla de la Naturaleza, fallecimiento que me ha afectado mucho, he estado reflexionando nuevamente sobre la vida terrenal y la muerte.

Recuerdo que mi abuelo, que se llamó Ascensio González Guardiola, no tenía miedo a esa cosa que llamamos la parca, como una especie de eufemismo (en algunos centros hospitalarios se refrieren al fin de la vida como "exitus"). No sé si el padre de mi madre era un ser muy pragmático o un hombre fatalista, que minutos antes de morir, muy próximo a cumplir los ochenta años (había fumado durante toda su vida, desde que tenía once años, recién estresado el siglo XX) nos dijo que no tenía miedo a la muerte, porque él "no conocía a esa señora".

De hecho, vivió durante la guerra civil en la zona republicana, en la ciudad de Valencia y mientras su mujer y sus familiares huían despavoridos hacia el refugio más cercano a su casa, cuando oían las sirenas avisando de uin inminente bombardeo de aviones italianos y alemanes, él se quedaba impertérrito en donde estaba sentado y esperaba tranquilamente el bombardeo, sin miedo a lo que le pudiera pasar.

Otro pariente paterno mío, Juan Pérez Delgado, el célebre periodista "Nijota" le confesó a su compañero y amigo Juan Antonio Padrón, una mañana en la entonces Residencia Sanitaria de la Seguridad Social, donde se encontraba internado, que se estaba muriendo, completamente consciente de lo que decía. Hasta tal punto lo era, que por la tarde de ese mismo día avisaron del hospital que don Juan había fallecido.

Nosotros definimos en castellano el miedo a la muerte con dos vocablos de una lengua clásica como es el griego: "tanatós", muerte (de ahí la palabra tanatorio) y "fobia", que traducimos como temor o miedo.

La tanatofobia la padecemos muchos humanos, aunque no siempre lo reconozcamos, posiblemente por pudor, pero he conocido a gente, incluso creyentes y católicos practicantes que le tenían verdadero pánico a desaparecer de este mundo.

Ciertamente, la muerte es un hecho natural en todo proceso vital, que tiene un fin, como ocurre en todo ser vivo, que nace, se reproduce, crece, envejece y muere.

Siempre la muerte nos impresiona, porque es el ocaso de una etapa, pero se comprende mejor cuando ese proceso vital se ha prolongado en el tiempo y quien fallece es una persona anciana, que se ha apagado como una vela, poco a poco.

Pero la muerte encierra otros misterios más inexplicables, como los óbitos de personas jóvenes, en la flor de su existencia. Muertes crueles, muchas de ella repentinas, debidas a un accidente cerebro vascular o a una parada cardiaca como sucesos realmente inesperados.

Tal vez mejor morirse así, de un patatús, como dicen los magos, casi sin enterarse, a padecer durante meses o años una dolencia que, a ciencia cierta, nos conduce a una despedida definitiva, a la que no siempre nos resignaríamos.

En fin, que reflexiono y divago sobre estas cuestiones tan tristes, de forma casi inconscuente, de manera hasta si quieren inconexa, para desahogarme de mis pesares, abusando de su confianza, amables lectores. Les ruego que me perdonen.

pacopego@hotmail.com

Paco Pérez

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