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19.06.2023 | Redacción | Opinión

Por: Óscar Izquierdo

Presidente de FEPECO

Vivimos tiempos convulsos, donde aflora el desasosiego por todos lados. Globalmente, siguen las persistentes emergencias sanitarias, algunas incomprensibles todavía; hay escasez generalizada de comida, no sólo en el llamado Tercer Mundo, con una cronificación angustiosa, sino que también, es visible y cada vez más abundante, en el rico y moderno capitalismo occidental, donde las colas, en los bancos de alimentos o comedores sociales, que habría que denominarlas de la “vergüenza humana”, cada vez son más largas. Nunca se nos debe olvidar, que el hambre es la mayor de las injusticias.

Catástrofes naturales que, para los alarmistas del cambio climático, hay que recordarles que siempre nos han acompañado a lo largo de toda la historia; guerras incomprensibles, horrorosas, dejando rastros de sufrimiento y odios irreconciliables, junto a los consabidos conflictos enquistados, desde hace décadas, en varias zonas del planeta. Inquietud económica, donde siempre aparece la inefable palabra “crisis”, sea cierta o interesadamente inventada, que impone recelo, no sólo en el tejido empresarial, que lo padece internamente, sino también, a los ciudadanos, que nos vemos afectados personal o familiarmente.

Podríamos seguir enumerando una inmensa lista de acontecimientos negativos o catastróficos, que se padecen o prevén y que en la mayoría de los casos se los inventan, en una futurología descarnada, ordenada a crear un escenario apocalíptico, donde se imponga el miedo, como una forma de control social, político y económico, por parte de quien maneja los hilos de la marioneta en que nos quieren convertir.

El pensamiento único, disfrazado de verde por fuera y rojo ardiente por dentro, escondido o mejor expresado, engañoso, en un ecologismo alarmista, que en la mayoría de las ocasiones, como demuestran, una y otra vez, destacados científicos independientes, serios y responsables, no se corresponde con la realidad, lleva al populismo morado, que engendra pobreza generalizada allí donde se impone, menos a la elite o casta, como les gustaba decir cuando no la disfrutaban, porque desde que se adueñaron de ella, ahora no la mencionan, ni por casualidad o equivocación y además, después del último varapalo electoral, que padecieron en las últimas elecciones autonómicas y locales, donde los ciudadanos, democráticamente, los han fulminado literalmente de las Instituciones, están como groguis, porque no asumen, ni en sus cabezas llegan a comprender, en su mesianismo, que el pueblo les haya dado la espalda. Han salido esquilmados, derrotados y expulsados por la escasez de votos.

Los demagogos profesionales y aprovechados del erario, que, en los últimos cuatro años, se han dedicado a montar chiringuitos, como dicen en la Península o guachinches, como los denominamos en Canarias, de toda clase o especie, para recibir esplendidos subsidios o contribuciones públicas, para los más diversos, esperpénticos y dudosos asuntos aprovechables o beneficiosos socialmente, se han quedado fuera.

Tenemos que decir, que la vida continua, que se puede sobrevivir, es más subsistir y existir, sin que ellos asuman las batutas de la orquesta de la gobernanza pública. Incluso es un alivio.

Después de esta disquisición, que viene a ser una especie de alivio mental y también, de esperanza fundada, volvemos con el argumentario sobre la negatividad que se ha impuesto, como la predominancia del pensamiento, unas veces, por la materialidad, que es indudable e innegable en algunos casos concretos y en otros, la mayoría, por la propaganda farsante, que intenta dibujarnos un mundo ennegrecido, a pesar de que, a estos embaucadores, tanto les gusta policromar el ambiente. Resumiendo, vuelven a presentarse a las próximas Elecciones Generales, camelando, con un nombre falsario, ya que sólo saben restar o dividir, ellos mismos, son expertos catedráticos de las más sonadas purgas.


 

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