Un minuto de cordura.

23.11.2016. Redacción

Por: María del Pino Fuentes de Armas.

Hace tiempo que tengo el convencimiento de que en este país nos hemos vueltos todos un poco locos. Sí señor… ¿quién no lo está? La razón - en femenino- es muy coqueta, y le gusta cambiar su aspecto y perderse en el mundo de lo no creíble. De pronto se convierte en el sueño de un poeta, en la musa de un pintor, en la inspiración de un compositor o en la magia de un encuentro. Más tarde se transforma en ese anhelo por alcanzar una meta, o se convierte en una epidemia maravillosa que se contagia o se comparte, logrando que un grupo de individuos emprendan el mismo viaje en globo.

Lo que no se justifica es que la perdida de la cordura nos vuelva insensibles, nos deshumanice, y nos robe la sonrisa ante un castillo en el aire, quitándonos la capacidad de soñar y sentir. Es más, nacemos locos, jugamos con amigos invisibles, le hablamos a los juguetes, idealizamos el futuro, disfrazamos el presente y reinventamos el pasado. Al final, la fantasía, la inspiración, la ilusión, la imaginación y la felicidad, -todas en femenino, -como la cordura o la razón-, forman parte de nuestra historia personal y están rodeadas de un halo hecho de misterio y ternura que nos humaniza.

Partiendo de esta premisa cabe preguntarse: ¿qué ha pasado hoy en el Congreso de los Diputados?, ¿por qué unos humanos en manada han salido de estampida?, ¿qué les llevó a interpretar el gesto de guardar un minuto de silencio ante la muerte de una compañera como un homenaje político?, ¿qué pasaría si fueran trabajadores en una mina o en un supermercado?, ¿iban a preguntar primero si el muerto pegaba a su mujer, había robado o violado, para decidir si se quedaban al minuto de silencio por su partida? ¡¡ Panda de insensibles¡¡

La muerte por sorpresa de Rita Barberá, senadora de España, bien merecía un minuto de cordura en la “manada” que desea gobernar el país y nos habla de dignidad. Apenas sesenta segundos de humanidad. Unos pocos tic-tac del reloj para dejar volar la rabia y los pensamientos atávicos; sin mostrar miserias y sin ser jueces; volviendo a la razón y mostrando respeto por una vida que se fue. Sin entrar en más valoraciones, era un minuto de cordura, nada más.

María del Pino Fuentes de Armas

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