Unos días en San Borondón.

20.11.2017. Redacción / Opinión.

Por: Paco Pérez

pacopego@hotmail.com

Este domingo por la noche regresé de San Borondón, una isla paradisiaca que está en nuestra Macaronesia, en la que he pasado unos días de asueto, alejado de la gente y de los enormes problemas sociales, políticos y sociales que se padecen en Canarias, el archipiélago afortunado que, por desgracia, ha caído en manos desde hace cuatro decenios de una casta gobernante que no se destaca precisamente por su eficacia, liderada por individuos de CC, más preocupados de sus intereses y de sus componendas.

San Borondón no es muy extensa y sus pocos habitantes han sabido conservar sus bellezas naturales. De origen volcánico marino, como todas las islas de esta zona del planeta, es digna de ser visitada, aunque la mayoría de su población es enemiga del turismo, "una cosa que trae, a la larga, muchos más perjuicios que beneficios", según me comentó un lugareño.

Es la isla una mezcla de Madeira, San Miguel (Azores) y Tenerife, pero de Tenerife de hace un siglo, sin autopistas y sin atascos de tráfico y sin la enorme presión demográfica que sufre en la actualidad. Allí no hay autopistas ni autovías, solo dos carreteras comarcales, donde los coches van despacio y sus conductores se saludan y hasta se paran a hablar en plena vía.

Unos caminos asfaltados, en realidad, con numerosa vegetación en su entorno, con cunetas llenas de hortensias violetas, azules y blancas y con abundantes flores de Pascua, que ya han retoñado y se muestran en su esplendor.

Por lo que me dijeron, allí lo que prevalece en la economía insular es el sector primario, con excelentes producciones agrarias de frutos tropicales, que exportan a Europa y que dan mano de obra a la mayoría de la gente, que también se dedica primordialmente a las explotaciones ganaderas de vacuno y porcino, cuyas producciones (leche, cane y embutidos) se envían a tres continentes, ya que su calidad es muy apreciada.

En terreno político son gerontócratas y quien gobierna es una asamblea de ancianos, que lidera las decisiones más importantes y cuyos miembros de encargar de redistribuir la riqueza entre la población. No hay opciones políticas partidarias y todos los acuerdos se toman por mayoría cualifica de dos tercios del tagoror.

Estos días he estado en un verdadero paraíso terrenal, donde no hay corruptelas ni intereses creados. Ha sido un viaje muy corto, de ida y vuelta, que me ha permitido conocer la isla soñada. He sido un verdadero afortunado, pero permítanme que no les confiese cómo llegar hasta San Borondón, porque sus gentes me lo han prohibido, porque ellos quieren seguir viviendo tranquilos, sin agobios y sin mayores problemas que los suyos propios. Y me parece muy bien, qué puñeta.

Nota.--En este relato, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. Que nadie se sienta aludido.

Paco Pérez

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