05.04.2025 | Redacción | Opinión
Por: Alejandro de Bernardo
Aprovechando que se estrena abril… y en esta madrugada del cuarto día en la que escribo, se me juntan un montón de sensaciones. No sé si a usted le ocurre lo mismo. Hay momentos en los que todo lo que llega es refrescante. Y te permite ver, desde lo alto de la colina en la que la vida te ha puesto, desde la serenidad imprescindible… cómo discurre todo, cómo se mueve todo, cómo aquellos que nos importan de verdad destacan entre las multitudes. Momentos en los que las dudas y las sombras de las dudas… también se han ido. Y ahí, justo ahí, te das cuenta de lo bueno que es vivir.
Disfrutar de las pequeñas cosas. La felicidad llega en cualquier momento. Y dura otro. Viene y se va. Sin permiso. Sólo hay que querer sentir. Esos ojos que dan tranquilidad y que no cobran nada. El sol. El agua. El mar. La luz o la noche. Los besos que debes y que tendrás que pagar. La fuerza del amor. La buena gente. El estremecimiento tras la caricia inesperada. Los recuerdos. Las miradas furtivas. Los reencuentros. Las asignaturas pendientes.
Los que sueñan por ti cuando tú no puedes. Las cerezas. Me chiflan las cerezas. Los amigos que te recuerdan, aunque no sigan tus pasos. Los senderos que llevan a tus ilusiones. Los poemas inexplicables: un atardecer o un suspiro delatador. Las inexplicables lágrimas de alegría, de afecto, de despedida o de regreso. Las mujeres que jamás se resignan. Los hombres que tampoco.
Lo suave. El abrazo que esperas. El que das. La soledad que acaricia. El sueño de después de comer. La música. Un paseo. Y otro al atardecer. Alguien que sabes que te quiere. Los que están a la altura de la ternura. La respiración. La luna. Los lunáticos.
El olor a la hierba recién cortada. Los que miran de frente. Los que cambian sin cambiar el corazón. Las noches de mirar al cielo. Las flores. Los que están contigo a pesar de los que faltan. Las fresas con chocolate. El erotismo que se acuesta en un perfume. Los pétalos. Los niños. La curva de tu sonrisa. Las burbujas. Las miradas furtivas de los tímidos enamorados. La brisa. La risa. Los suspiros azules. El olor a tierra mojada.
La complicidad. Los amigos. La amiga del alma. El gusto de regalar. El roce buscado. Los que no tienen tecla de borrado en los afectos. Los tequieros con limón y sal. Soñar. La lluvia. La piel de gallina. Los labios. Aquella foto. El beso que casi das. Las sirenas que dicen te quiero aunque no lleves cartera. La nostalgia compartida. Las escapadas. El rubor. La camiseta gastada. El olor a café recién hecho. La lavanda. La flor de la orquídea que te ha hecho desesperar…
Todo esto y mucho más, reposa tranquilamente en los instantes desordenados de la vida. Pero está. Así que, cuando todo te parezca que se apaga y la tristeza pretenda derribarte… recuerda el gran secreto: la melodía de tu vida sigue dependiendo de ti. Casi… sólo de ti. Y vale la pena.
Feliz domingo.