EL BESO DE AMOR QUE SE CONVIRTIÓ EN DESPEDIDA

14.04.2024 | Redacción | Escrito

Por: Pilar Medina Rayo

El 13 de abril se ha convertido en la celebración del Día Internacional del Beso y que conmemora el más largo de la historia, protagonizado por una pareja tailandesa en 2013, con una duración de 58 horas, 35 minutos y 58 segundos, según consta en el Libro Guinness de los récords.

La RAE define el beso como “acción de besar” y, según un estudio realizado por la Universidad de Copenhague, se viene practicando desde tiempos muy antiguos.

Por tanto, besos a lo largo de la historia ha habido muchos, aunque siempre alguno destaca por su singularidad, tal es el caso del beso del rey Favila.

Favila fue hijo del primer rey astur, don Pelayo. Sucedió a su padre en el año 737.

De la vida de este rey apenas sabemos nada. Su historia llegó hasta nosotros resumida en apenas tres líneas recogidas en la Crónica Albeldense, del año 881, y reproducidas más tarde por Alfonso III en las crónicas que él mismo redactó en el 900, conocidas como la Rotense y la Ovetense. Los textos citados coinciden en señalar la causa de su muerte: “Por su ligereza fue muerto por un oso” (Cr. Albeldense); “Se sabe que a causa de una ligereza fue muerto por un oso” (Cr. Alfonso III).

Sin embargo, tenemos más datos sobre el segundo monarca astur. En la portada románica del Monasterio de San Pedro de Villanueva, Asturias, encontramos una talla en la que Favila besa a su esposa Froiliuba. Vemos al rey montado a caballo y con un halcón en su brazo, la representación está narrando la trágica historia de Favila.

En un lejanísimo año 739, cuando el reino de Asturias daba sus primeros e inestables pasos en nuestra historia, el rey parte a una montería. Momentos antes deposita en los labios de su esposa un beso de amor.

Según narra Fray Prudencio de Sandoval en su obra “Historia de los cinco obispos”, de 1639, ese día el rey acababa de llegar tras pelear contra los moros y “sin quitarse el saco de malla que traía con el pavés en la mano y la espada en la cinta, quiso ir a montería. Su mujer la reina Froiliuba, dándole el corazón saltos con temor de algún mal suceso, porfiaba con el rey que se desarmase, que venía cansado de pelear y que dejase por aquel día la caza.” A pesar de los ruegos, lágrimas y palabras de amor de la mujer, Favila parte a la cacería donde encontrará la muerte.

La tradición cuenta que encontrándose sólo apareció el animal, imprudentemente trató de cazarlo resultando despedazado bajo las garras de éste. Cuando sus hombres se enteran de lo ocurrido, persiguen a la fiera hasta una cueva donde se ha refugiado, procediendo a tapar la entrada para que muera allí de hambre. De este hecho deriva la frase “Espabila Favila, que viene el oso”.

Por una lápida fundacional, sabemos que este rey y su esposa patrocinaron en el año 737 la construcción, sobre un antiguo dolmen, de la Iglesia de la Santa Cruz de Cangas de Onís. Ambos serían enterrados en ella. Tanto la lápida fundacional como la Iglesia, desaparecieron durante la Guerra Civil.

El 5 de abril de 1880, el periódico El Siglo Futuro publica: “En Covadonga, en una cueva, y en el lugar donde se hacen los cimientos del magnífico templo que el señor obispo construye, apareció no ha muchos días un oso, muy grande parte de él ya en estado de fósil”, dando por sentado, tanto el periódico como la población de la comarca, que se trataba del oso de Favila. El 9 de abril, de ese mismo año, un periódico gerundense se hacia eco de la misma noticia aseverando que: “La magnitud de la bestia, el sitio donde ha aparecido y la remota antigüedad que revela su estado fósil ha dado margen a que varias personas aficionadas a reconstrucciones históricas traten de ver en dichos restos al oso que, según la tradición, mató a D. Favila.”

Finalmente, por el geógrafo y académico Manuel de Foronda sabemos que aquellos restos no se corresponden con los de un oso contemporáneo del rey astur, informándonos en su obra “De Llanes a Covadonga: excursión geográfico-pintoresca”, de que uno de los objetos atesorados en la biblioteca de la Colegiata de Covadonga resulta ser: «Una cabeza del oso de las cavernas que, al hacerse el desmonte para emplazar la colegiata en proyecto, fue hallada dentro de una gruta”

Ya para siempre quedó tallado en piedra, aquel beso de amor que, sin saberlo sus protagonistas, se convirtió en una eterna despedida.

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