Incendios y Democracia.

16.10.2017. Redacción / Opinión.

Por: Manuel Romero Hernández

Economía del Bienestar

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Este fin de semana se han dado una serie de circunstancias naturales en Galicia, fuertes vientos y temperaturas altas que ha dado lugar a que los conatos de incendios, aún no se sabe si intencionados o consecuencia del cambio climático, se hayan transformado en grandes incendios que se escapan a la capacidad de los medios de extinción. La declaración de una gallega del pueblo quitándose la máscara para hablar a la cámara de televisión ha sido una lección de lucha, unión y solidaridad, como pasó con el Prestige, “no podemos esperar a que lleguen los medios de extinción, tenemos que organizarnos y luchar entre todos contra el fuego para salvar nuestras vidas y nuestras casas”, dijo. Y así fue, el pueblo se organizó con cadenas humanas para alcanzar cubos de agua, enganchar mangueras a las tomas de agua pública, y algunos incluso abrieron los grifos de sus casas para apagar el fuego de la casa de su vecino.

El pueblo gallego tenía un interés común, salvarse todos del incendio, salvar sus casas, salvar en la medida de lo posible también el ecosistema de la comunidad. Se comportaban con el objetivo de procurar lo mejor para la sociedad, nadie escatimó en poner su esfuerzo físico y económico para que así fuera. Si se hubieran comportado de manera individual, cada uno con su cubo, cada uno intentando apagar de manera individual el fuego de su casa, el incendio hubiera sido mucho mayor y todos en conjunto habrían perdido.

En democracia ocurre lo mismo, la defensa del interés común permite a la sociedad en su conjunto alcanzar cotas de bienestar mayor que actuando de manera individual. En la gestión de lo público debe prevalecer el objetivo del interés común para que la sociedad como comunidad mejore. Por otro lado, en lo que respecta a lo público, las preferencias de los individuos cambian, defender el interés común no siempre coincide con simplemente sumar intereses individuales. Esto quiere decir, que cuando se toman decisiones que afectan a lo público, las preferencias de la comunidad cambian.

Esta semana me contaba una amiga que se reúne dos veces en semanas con un grupo de ciudadanos para desarrollar un actividad de interés común un caso interesante. La discordancia de horarios de muchos de ellos y las preferencias de otros que no querían acabar las reuniones tan tarde los llevo a dividirse y formar dos grupos. Uno de ellos se reunía a las ocho de la tarde y el otro una hora más tarde, a las nueve. Ocurrió que el grupo perdió fuerza, cuando faltaba algún miembro al encuentro, como era habitual, y como ahora los grupos eran más pequeños se hacía sentir mucho. Por otro lado, la actividad que realizan requiere mucho silencio y concentración, y cuando llegaba la hora de comienzo del segundo grupo este generaba ruidos que molestaban a los del grupo uno. Y cuando el primer grupo finalizaba su encuentro ocurría lo mismo con el segundo que aún continuaba con sus ejercicios. Además con el objetivo de respetar al grupo que estaba en ese momento reunido, los encuentros fuera de los ejercicios eran más cortos, y las conversaciones que favorecían la amistad y el encuentro personal se redujeron. El grupo en su conjunto perdía fuerza y desvanecía. Se dieron cuenta, pusieron esta preocupación sobre la mesa, y se reunieron para encontrar una solución. Eso sí, todos estaban de acuerdo en una cosa: la división en dos grupos para favorecer los intereses individuales perjudicaba al grupo en su conjunto. Concluyeron que era necesario volver a tener los encuentros todos juntos, si no era así se empobrecerían y corrían el riesgo de desaparecer. La decisión no fue fácil, porque la discordancia de horarios y preferencias individuales persistían. Decidieron no votar, porque eso podía dar lugar a que por uno o dos votos una parte de los miembros, a pesar de ser minoría, saldrían perjudicados.

La solución no fue directa, ni fácil de tomar, requirió mucho diálogo. Se tomó por consenso teniendo en cuenta el interés de la comunidad en primer lugar, y sin marginar a las minorías como objetivo secundario. Y lo consiguieron, ahora vuelven a hacer los ejercicios juntos, los lazos de amistad entre todos se han reforzado y la actividad y los encuentros han cogido más fuerza. Incluso colaboran entre ellos y algunos con coche alcanzan a otros que no llegan a coger el autobús porque se hace tarde.

Cuando una mayoría intenta someter en un Parlamento al resto de la población surgen los conflictos, la división. Aunque el marco legal hubiera permitido que su Parlamento declare la independencia de Cataluña, y aunque el referéndum hubiera sido acorde a la legalidad, someter a votación, un individuo un voto es una situación extrema que hubiera llevado a la población catalana a perder como comunidad. Debe prevalecer el interés común, y eso significa tener en cuenta también las minorías. Como ocurrió en la comunidad de mi amiga requiere abandonar los intereses individuales y tomar decisiones que hagan mejorar el bienestar de la sociedad en su conjunto. Las decisiones de lo público se deben tomar teniendo como objetivo lo mejor para la sociedad en su conjunto, que no es siempre la suma de intereses individuales como ha ocurrido con el comportamiento del pueblo en los incendios en Galicia.

Manuel Romero Hernández

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