La leyenda del submarino alemán en El Hierro en 1917

Ha vuelto a circular estos días en las Islas, por la emisión de un reciente programa vespertino en Radio Club Tenerife, de la cadena Ser una leyenda urbana, basada en unos hechos no obstante reales, que tuvieron lugar en aguas de la Isla de El Hierro en plena I Guerra Mundial.

No basta con mirar al cielo

Dar un paso más. Es lo que le pedimos al Gobierno central para lograr que las entidades locales puedan disponer de sus ahorros. Esta semana escuchábamos a la ministra Montero anunciar que su equipo se encuentra inmerso en un nuevo decreto que suspenderá la regla de gasto de 2020 para que las entidades locales puedan utilizar el superávit de 2018 y 2019.

Vivimos a la deriva y por necesidad de vivir

En estos momentos de este comienzo de siglo XXI, vivimos a la deriva, sin rumbo y sin una dirección que nos lleve al optimismo de un futuro mejor. El virus pandémico se ha encargado de paralizar el planeta tierra de una manera despiadada. Vivimos con el miedo y con la incertidumbre de que será de un nuevo amanecer. Las mascarillas, con la incomodidad que conlleva, se han convertido en nuestros mejores aliados para distanciarnos del coronavirus. Deambulamos por las calles por la necesidad de comprar los productos más necesarios para el hogar, trabajar y visitar a las familias, pero todo ello con las prisas y el deseo de llegar cuanto antes al hogar. Viajamos en un barco sin brújula ni timón, pero lo hacemos porque tenemos que seguir viviendo.

Menos casta y más servicio público

Decía el escritor francés Victor Hugo que “todas las situaciones críticas tienen un relámpago que nos ciega o nos ilumina”. Afrontarlas con decisión de vencerlas es la premisa para salir adelante, pero también, es oportuno contar con las personas adecuadas, los medios suficientes y las ganas precisas para luchar con denuedo. Si, por el contrario, los dirigentes públicos, forman parte del gremio de la mediocridad, sobrando torpezas, entonces damos un paso para adelante, pero a la vez, retrocedemos cuatro para detrás, aumentando la incertidumbre, profundizando la crisis y eso precisamente es lo que nos está pasando.

Hacer memoria para entender la historia

El pasado mes de agosto se cumplieron 70 años de la partida del Telémaco desde La Gomera hacia Venezuela. Un viaje del que hoy quedan los relatos de familiares que vieron cómo sus padres, hermanos y tíos se subían con esperanza y miedo a un barco camino a América. La situación de entonces, con una España sumida en la posguerra y graves problemas económicos, hacía que muchos hogares de las islas vieran en esta travesía el único camino para lograr un porvenir.

Canarias: "la tierra prometida" de pateras y cayucos

Ni que decir tiene, que Canarias se ha convertido en la ruta preferida para la entrada de inmigrantes procedentes de las costas africanas. Unas pateras llenas de seres humanos que buscan la �tierra prometida�, pero que muchos de ellos solo encuentran las fosas de la muerte en el Mediterráneo y el Atlántico. Desde comienzos de año y, especialmente desde el surgimiento de la pandemia del coronavirus a principios de marzo de 2020 se ha comprobado un fuerte descenso en la llegada de migrantes a las costas de la Península, Baleares y Ceuta y Melilla. El cierre de las fronteras de Marruecos y los peligros de atravesar buena parte del continente africano, ha provocado que las rutas desde la costa sur del Sahara y Senegal se conviertan en los principales punto de salida de aquellas personas que huyen de las guerras y el hambre en África.

“¿Y usted qué haría?”

Permítame el lector que hoy le invite a un rápido viaje en el tiempo para hacer una cronología de la historia del Tren del Sur, desde el momento del nacimiento de la idea hasta el día de hoy, para que pueda poner en contexto la situación en la que nos encontramos actualmente.

Lágrimas inocentes

Como quieres que mi alma, deje de llorar por un instante. Si tu ausencia me ha robado la calma Y mi corazón no puede olvidarte.

Quizás contigo, quizás sin ti

No sé en qué momento tus ojos se tropezarán con mis letras, ni si tus manos serán capaces de acariciar mis palabras con la misma intensidad con la que mis dedos dan forma a todo lo que necesito decirte en esta carta. En primer lugar, perdón por hacerlo con palabras mudas, por no dar la cara y enfrentarme a tu mirada, pero creo que si me viera a través de tus ojos, sería incapaz de emitir cualquier sonido. He guardado tantas ganas de hablarte con los míos que probablemente me quedaría muda.


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