¿De qué nos quejamos?

El comienzo del nuevo año 2022 ya comienza a menguar con el mes de enero. El tiempo pasa a una velocidad de crucero, especialmente para los que ya estamos metidos en edades un poco avanzadas. Cuanta razón tenían nuestros abuelos cuando decían que con el paso de los años la vida es más rápida. Y no se equivocaron. Lo cierto es, que desde que llegó a nuestras vidas la Covid-19, nuestras formas de vivir cambiaron de manera drástica, pero no solo las nuestras. También, el mundo entero.

Nos quieren dependientes

A diferencia de lo que afirma el Gobierno, de que solo afectará a los que más ganan, la mayoría de los 3 millones de autónomos de nuestro país, en concreto el 60% de los trabajadores por cuenta propia, tendrían que destinar más del 70% de su rendimiento a pagar cotizaciones sociales, retenciones e impuestos. Por ejemplo, un autónomo que gane 400€ al mes tendrá que pagar en 2031 183,6€ (un 45% de lo que gana); y un trabajador por cuenta propia que gane 1.700€ tendrá que pagar a la SS 535€ en el mismo periodo, lo que supone un 31% más frente a lo que pagaba en 2021.

Silenciados

Ruido en todas partes, asusta el silencio, la reflexión, meditación o cualquier forma de concentración. El Poder, con mayúsculas, que a lo mejor no es el que figura públicamente, quiere el pesebrismo, pan y circo, autómatas sin capacidad de decisión. Será que, a las nuevas generaciones, sin culpa propia, sino por el contrario, sufrientes, se les ha enseñado a no pensar, quitándoles de su vocabulario la palabra “esfuerzo” y lo que significa, para de esa manera controlarlas mejor. Por eso, los sesudos dirigentes ideologizados, del mal llamado progresismo, minusvaloran en la enseñanza reglada, la filosofía o las humanidades.

Con Ucrania en la picota

El conflicto en Ucrania es, en realidad, un enfrentamiento entre dos superpotencias: Rusia y EE UU. La tercera superpotencia, China, parece asistir a tal enfrentamiento en calidad de oyente; de momento. Fijando posiciones con un símil lunar, podría afirmarse que China está en aventajado cuarto creciente; EE UU, abandonando el plenilunio, está en un incipiente cuarto menguante. Y Rusia, tras el novilunio que trajo la evaporación de la URSS y la disolución del Pacto de Varsovia (PAV), está en un intermedio de cuarto creciente, en búsqueda del plenilunio global.

Lecciones que hay que aprender

Hace unos días se publicó un informe de Cáritas y la Fundación Foessa titulado ‘Evolución de la cohesión social y consecuencias de la Covid-19 en España’. Y una de sus conclusiones es que, como ya ocurrió con la primera gran crisis económica del 2008, la pandemia ha provocado que más de 2,7 millones de jóvenes entre 16 y 34 años se encuentren afectados, en toda España, por situaciones de exclusión social. Es un dato terrible que tiene peores indicadores aún en Canarias. La inquietante pregunta es que si se están dando estas cifras, a pesar del esfuerzo en gasto social y en ayudas realizado por el Gobierno de España ¿qué habría ocurrido y cómo estaríamos si no se hubiera hecho nada?

El machismo al paso del Nazareno

Sin duda, todavía queda un largo camino que recorrer, pues aún hay reivindicaciones que no han tenido respuestas por parte del Gobierno español ni del propio Poder Judicial. Respuestas, que parecen seguir enclaustradas dentro del organigrama del sistema estatal español. De la misma manera, ya lo describe perfectamente el artículo 14 de la Constitución española: “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”

Cada vez más cerca la vivienda en condiciones dignas y asequibles

La imposibilidad de acceder a una vivienda digna es un problema que afecta a miles de personas en nuestro país. La falta de oportunidades en algunas ocasiones hace que lleguen a vivir en la calle, en una tienda de campaña o lugares insalubres. Desgraciadamente, incluso familias con menores. Esto no es un problema reciente sino un problema que se intensificó con la crisis del año 2008 y la reforma laboral del Gobierno del PP en el 2012, que precarizó el empleo devaluando salarios, agravando el problema de la vivienda en España incluso a trabajadores y trabajadoras precarios. Pero es a raíz de la crisis causada por la pandemia que se ha demostrado aún más que la vivienda es el soporte para el desarrollo de otros derechos fundamentales.

Productividad

Llevamos décadas denunciando la deficiente Administración Pública que sufrimos en Canarias. Ni los que gobernaban antes, ni los que lo hacen ahora, han puesto soluciones viables para corregir una deriva cada vez más desastrosa. No han sabido, a lo mejor, es que no han podido, vaya usted a saber por qué o quizás, no se atreven por cobardía. El corporativismo y sindicalismo de la Función Pública les asusta, es más, les da pánico. Lo que está claro es que asistimos a un empoderamiento de algunos funcionarios, que son los que gobiernan de facto, aunque otros figuren de hecho. Es decir, los que no son elegidos democráticamente, por medio de las votaciones en unas elecciones libres, están ejerciendo el poder ejecutivo, no en la sombra, sino a pecho descubierto, tanto en el Gobierno de Canarias, Cabildos y Ayuntamientos. Es una falta de gallardía de los responsables públicos, que no saben ponerse en su lugar y ejercer las funciones que les corresponden con fortaleza de ánimo, acción y voluntad decidida.

Rebelión en la granja

Corría un lejano año de 1945 cuando un visionario George Orwell escribía “Rebelión en la granja”, una peculiar visión de una sociedad totalitaria, brillantemente pasmada en una ingeniosa fábula de carácter alegórico recreada en una granja donde los animales se sublevan contra sus dueños humanos y les vencen. Pero, como sucede en la realidad, esa rebelión fracasa a consecuencia de las rivalidades y envidias entre los propios animales, de entre los cuales algunos se alían con los amos que antes derrocaron, traicionando así su propia identidad y los intereses de su clase.

Un mundo viejo, un mundo nuevo

Tenemos la obligación moral de dejar a nuestros hijos un planeta más sano del que nos encontramos nosotros. Y tenemos la urgencia de luchar contra unos cambios, producidos o favorecidos por la huella de contaminación que deja la actividad humana. Hasta hace algunas décadas eso era imposible, pero ya no. Ahora podemos producir energías limpias. Podemos impedir que se esquilmen especies marinas, poniendo en peligro su supervivencia. Podemos hacer miles de pequeñas y grandes cosas que mejorarán el lugar en el que vivimos.


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